miércoles, 29 de febrero de 2012

MIÉRCOLES MUDO: RAPUNZEL


      Un miércoles mudo debe ser "mudo", lo sé. Pero es que hace tanto tiempo que no aparezco por esta casa que quiero dar señales de vida. Estoy bien, muy activa y, al mismo tiempo, en un período de letargo blóguico que espero que no dure demasiado (aunque sé que al menos se alargará un par de semanas, hasta que esté algo más desahogada). 
      Como no tengo demasiado tiempo para escribir, pero tampoco quiero dejar el blog abandonado a las goteras, he decidido participar en los "miércoles mudos" (las bases se pueden leer más abajo). Personalmente he optado por incluir dibujos de mis hijos; el primero es éste: Rapunzel.

Cariñosos abrazos para todos y todas.

sábado, 11 de febrero de 2012

MOCOPOMPA Y UÑASCUCHILLO

      Hace tiempo que estoy buscando un sobrenombre para  mis hijos, para poder hablar de ellos en el blog sin tener que decir eso de "hija mayor" o "hijo pequeño". No es que me haya roto la cabeza pensando sobre el tema, pero esa búsqueda está instalada en mi mente y vuelvo sobre ella cada cierto tiempo. Es tarea difícil, dificilísima. Hace una semana se me ocurrió que podría utilizar los nombres cariñosos con los que les llamo yo en casa: ranita y ratón; deseché la idea instantáneamente. Para andar por casa están muy bien esos apodos, pero escritos aquí creo que superan con creces el límite de cursilería que me tengo permitido.

      Hoy he encontrado otros dos calificativos que creo que tampoco van a superar la prueba, pero que describen perfectamente algunos de los momentos más comunes en nuestro día a día: Mocopompa y Uñascuchillo. Perdonad, sé que pueden resultar bastante escatológicos. Los que seáis sensibles hacia estos temas, por favor, dejad de leer.

      MOCOPOMPA:
      "Mamá, mi hermano tiene un moco- pompaaaaaaaaa. Corre, corre y quítaselo, que se me está acercando".
      Así empezó todo: bautizado por su hermana. Pero es que el chiquitín tiene una gran facilidad para fabricar mocos, espesos y viscosos; y, por consiguiente, muchas veces luce unas enormes pompas adheridas a su nariz.
      Y, además, ¡cuidado! sus mocos son suyos y sólo suyos. Cuando ve a alguien acercarse con un pañuelo se restriega firmemente con la mano, pringándose toda la cara ("pero si yo solito sé limpiarme, ¿no lo veis?").  Y en el momento en el que, pañuelo en mano, al fin "el limpiador" consigue acercarse a él, después de haberle perseguido por media casa (y no os imagináis lo que corre en esas circunstancias), los gritos que Mocopompa lanza se oyen en el otro lado de la calle.

      UÑASCUCHILLO:
      La princesa mayor siempre quiere ponerse vestidos elegantes, anillos y pulseras con cascabeles, collares de perlas...¡pero que nadie le toque las uñas de los pies! Es una lucha arcaica que mantenemos entre ella y yo. La verdad es que ya después de tres años y pico me da pereza sólo el hecho de pensar en cortarle las uñas y empezar la danza ritual con frases de ida y vuelta, lloros, enfados y desesperación. Las uñas las cortamos, sí, pero ¡hay que ver lo que cuesta! Por cierto, una pregunta: ¿a alguien le duele que le corten las uñas de los pies? es que mi hija me ha asegurado tantas veces que es dolorosísimo que ya me empiezan a entrar dudas.
      Así que, entre nosotros, retraso ese momento todo lo que puedo, al máximo, hasta que un día veo sus uñas y digo (y ésta es la primera frase, nuestro primer movimiento en la danza ritual): "Esas uñas parecen garras".
      Hoy ha sido un día de esos en los que tocaba cortarse las uñas de los pies. En cierto momento la princesita me dijo: "Mamá, no son garras, son cuchillos". "Muy bien, cariño", pensé, "acabas de bautizarte a ti misma: Uñascuchillo".

 
     Pero, como ya os he comentado, tampoco les veo mucho futuro a estos sobrenombres. Mis niños son muy lindos, y quizás a veces me apetezca hablar de sus dibujos, de sus palabras o sus gustos, y no queda bien que en todo momento el lector tenga en mente sus más feos atributos.

    Sin embargo, no puedo resistirme a utilizar una vez, una sólo, estos motes en una descripción, a ver cómo quedan:


      Mocopompa da vueltas por la casa paseando en una sillita un gran balón azul. Ojo, que el balón recibe todos los cuidados y atenciones que Mocopompa es capaz de dedicar, que ya los querría para sí cualquier muñeco de los que esperan sentados en la habitación. Y es que GRAN BALÓN no sólo se porta bien en la silla y sobrelleva los meneos y remeneos de su improvisado papá; también acepta felizmente ser golpeado, lanzado, pataleado y baboseado.


      Uñascuchillo, mientras, pinta doscientas veces la misma muñeca con alas. La razón es evidente: ha encontrado un cuaderno en blanco, nos ha pedido permiso para tomarlo como suyo, y ha decidido no perder el tiempo. Un cuaderno en blanco está desprotegido y desaprovechado. Una vez que ha conseguido que la muñeca luzca su sonrisa partida en todas las hojas, ha vuelto a la primera y ha empezado a dibujar una casa, esta vez ya con más calma.

      Una pelota aparece volando y,  casualidad fatídica, lanza el cuaderno contra la pared, arrugando unas cuantas muñecas, que agrandan su sonrisa ante la escena. Los gritos están servidos.

domingo, 5 de febrero de 2012

LA ADAPTACIÓN DE MAMÁ

     
      Una vez superada mi frustración inicial ante la vuelta obligada e imprevista al trabajo, mi estado de ánimo actual es el propio de los vegetales o, mejor dicho, de las piedras que están al borde del mar; ellas reciben ola tras ola con una indiferencia admirable. Estoy dejándome llevar por la vida, sin pensar en nada, sin imaginarme nada, sin hacer demasiadas cábalas sobre lo que vendrá: "lo que tenga que ser, será", y tras esa frase escondo varias veces al día mis miedos, apartándolos de mi mente, para volver a mi estado actual de piedra, tan agradable.

      No tengo demasiadas ganas de escribir en el blog, lo confieso. Escribir supone pensar, y no olvidemos que las piedras no piensan, y tan tranquilas que viven. Felices no, pero tranquilas seguro que sí. Y ahora, en este momento de mi vida en el que prefiero no reflexionar demasiado sobre la felicidad, porque su búsqueda la tengo apartada para otro momento, lo único que pido es estar tranquila, el tiempo que dure (que será poco).

      Pero hay ciertas olas que no se pueden dejar de escuchar, porque rugen fieras como leones.

      Mañana el peque volverá a la guarde: su segundo día de adaptación. Aunque cada día hacen su adaptación a la guardería un montón de niños en el mundo y "todos se acaban adaptando", para el mío es la primera vez, y para mí también es la primera vez que lo vivo con él. Así que este momento me atrapa con su intensidad.

      El primer día fue sólo una hora, y lloró la mayor parte del tiempo. Me estaba esperando en brazos de su profesora, con la boquita desencajada por el llanto. Cuando lo cogí se me pegó fuerte, fuerte, con un abrazo de esos que derriten a cualquiera. Y, sí, me derritió por completo: acabé por los suelos. Ha pasado el fin de semana, y mañana nos enfrentamos a dos horas más de guardería. Me dan ganas de cogerlo en brazos, salir por la puerta de nuestra casa de paja y, dando un portazo, echar a correr. Es algo ilógico e irracional, a la par que imposible, pero es lo que me apetece: escapar los dos de esta situación que nos está costando tanto.

      Mamá también se tiene que adaptar, chiquitín.

sábado, 4 de febrero de 2012

NIÑOS MALOS

    

      "Mamá, todos los niños de clase piensan que soy mala"
      "¿Por qué dices eso? ¿te lo ha dicho algún niño?   
      "No, pero ¡¡¡¡¡LO PIENSAN!!!!!"
      " Tú no eres mala, cariño"
      "Sí, soy mala"
       " ¿Por qué lo dices?
      "Porque el otro día me solté del trenecito cuando íbamos a clase"
      "Por favor, ¡eso es una tontería, hija! Es cierto que no te tienes que separar del trenecito, pero no es algo taaaaaan importante.
      "Lo piensan, mamá, lo piensan. Un día tienes que entrar en mi clase y decirles a todos que yo soy buena"


     Los niños van aprendiendo los conceptos complejos basándose en la búsqueda de contrarios, de dicotomías que dan sentido general al concepto. Por ejemplo, adquieren el concepto general de cantidad a través de la diferencia entre mucho y poco; el concepto de tamaño a través de grande y pequeño (un tiempo después aparecerá el mediano); el concepto de belleza, más avanzado, a partir de bonito y feo.
      Todo es sencillo en sus cabezas chiquitinas. O blanco o negro, o BIEN o MAL. Y, un día, cuando ya empiezan a dominar el lenguaje, nos damos cuenta de que dividen a las personas, animales e, incluso, objetos, en dos grupos: LOS BUENOS Y LOS MALOS. Mi hija, de hecho, tiene clarísimo cuáles son los niños "buenos" de su clase y cuáles son los "malos". Los recita en un listado que tiene aprendido, grabado a fuego. No es imitación, estoy segura de que no ha escuchado a su profesora nada de eso; pero es la simple tendencia natural a la clasificación; y, cuando son pequeños, las clasificaciones son extremistas, les cuesta observar los matices.


      A mí me pone de los nervios cuando califica a algún niño como malo, pero es que mi hija llega un pasito más allá: ella es mala, está en el grupo de los malos. "¿Y por qué dices eso, por qué? tú no eres mala".
     Me parece grave que tenga ese autoconcepto, y me parece grave que piense que un niño que un día ha cometido un error es un niño MALO. Es algo sobre lo que medito mucho: ¿cómo hacer que en su cabeza sencilla entren los matices y que deje de utilizar esos adjetivos para referirse a otros niños?


      Últimamente estoy usando una fórmula: le explico que todos los niños del mundo, todos, absolutamente todos, tienen que mejorar y aprender. Lo que pasa es que unos tienen que mejorar en unas cosas y otros en otras. Por ejemplo, su amiguito Nacho, que es tan inquieto y que siempre incluye en la lista de los "malos", todos los días le da un gran abrazo cuando la ve, y eso a ella le hace sentirse muy bien ("¿verdad que sí?"); quizás otros niños que aceptan y cumplen mejor las normas de la clase tienen más dificultades para demostrar sus sentimientos, por ejemplo.

      Creo que esto lo va asimilando; poco a poco. Entender que entre "bueno" y "malo" hay  un mundo de variedades es algo complejo. Pero aún lo es más ponerse en el lugar del otro, comprender que si a mí no me gusta que me digan que soy mala a los demás tampoco les gusta que yo lo diga de ellos. Eso ya es de nivel avanzado.

      Así que, como les cuesta tanto imaginarse cómo se siente el "niño malo", los peques tienen una crueldad impresionante, natural, visceral. Los niños pequeños son crueles, sí, y es nuestra responsabilidad enseñarles, ayudarles a aprender. ¡Qué complicado!



 
   


   

miércoles, 1 de febrero de 2012

SOPORTAR LA FRUSTRACIÓN

   

      Ayer tuve un día de esos en los que un cuerpecito estalla porque no soporta lo que le sucede, la situación que está viviendo, que necesita gritar, llorar e incluso patalear, dar un portazo o cerrar muy fuerte un cajón. Lo que sucedió no era  extremo, simplemente era algo con lo que no contaba y que no me gustó nada, pero nada de nada. Quizás algunas personas de las que me leéis no comprenderéis mi reacción tan exagerada...normal, no todos somos propensos a las rabietas.

      Yo lo soy. Así es mi temperamento, nací así, para desgracia de mis padres y mía. Mi hija también lo es, para desgracia de sus papás y de la enana. Mi base biológica me lleva por el camino de la desgracia temperamental de las rabietas: ayer, hoy y mañana. Pero no es tan gravísimo, se puede vivir con ello, se puede aprender a soportar la frustración (o a manejarla).

      Un niño que está en medio de una rabieta lo pasa mal. Os lo digo yo, que aún tengo recuerdos de algunas de mis rabietas (ya me duraron, ya...). No hablo de un niño que llora con ese llanto fingido que rápidamente reconocemos los padres; hablo de un niño que está devorado por la frustración, con los ojos llenos de lágrimas, la cara desencajada, tirado en el suelo, etc., , vamos, lo que es una rabieta. No es una tontería: nuestro hijo sufre. Tenemos que hacer algo para que aprenda a superar esos momentos, para que aprenda a vivir con la frustración, porque la frustración, aunque no nos guste, forma parte de nuestra vida.

      La frustración puede darse por muchos motivos: quiero jugar a golpear la televisión y no me dejan; quiero chocolate pero me dicen que tengo que esperar a después de comer; tengo sueño pero no quiero dormir; quiero estar con mi mamá pero no puedo; quiero seguir de excedencia pero no me dejan...ups, perdón, se me ha escapado.
Hay cien mil razones para frustrarse en este mundo, y probablemente nuestra felicidad dependa, en buena medida, de la tolerancia que tengamos a la frustración. Una baja tolerancia hará que saltemos a la mínima.

      Para FOMENTAR que nuestros hijos incrementen su TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN es conveniente empezar desde el principio, desde muy pronto, para que sea menos traumático para todos.
Para ello debemos ponerlo en contacto con pequeñas frustraciones, poco a poco, paulatinamente. Si queremos evitarles cualquier mínimo sufrimiento no les enseñaremos a tolerarlos. Propongo, por tanto (y no voy a decir nada nuevo, ni nada que no se sepa):


  • Plantear normas, pocas, pero que el niño las pueda cumplir y que sean adecuadas a su edad. Y esas normas se las dejamos claras al niño, con toda nuestra seguridad y nuestro amor. Por ejemplo:
           - A un bebé de un año no le dejamos acercarse al horno, porque es peligroso para él. Cada vez que se acerca al horno se lo decimos, y no cedemos.
           - A un niño de 3 años le exigimos que recoja sus juguetes después de jugar. Es bueno para él tener su espacio ordenado y aprender a valorar y respetar las cosas que tiene.
  • Darles libertad, aceptando su forma de ser, siempre dentro del respeto hacia esas pequeñas normas que deben cumplir. Por ejemplo: un niño de 2 años muy activo no podemos pretender que esté quietecito y sentado durante tres cuartos de hora mientras esperamos para entrar en el médico; le podemos dejar que se mueva, que se levante, que se tire al suelo con su coche preferido (sí, ¿por qué no?); mientras no grite y no moleste a nadie (que son las normas del centro de salud), podemos estar tranquilos. Quizás a nuestro lado haya un papá con su hijo de la misma edad que el nuestro pero que está sentado, mirando un cuento...y podría estar horas!! pues estupendo: cada niño es diferente, respetemos sus características y no les pidamos lo que no pueden dar.
  • Proporcionarles sus horas de descanso necesarias, así como comprobar que no tienen hambre. Un niño que, de entrada, es propenso a las rabietas, muchas veces está haciendo un verdadero esfuerzo de autocontrol, un esfuerzo por portarse bien, aunque nosotros no nos demos cuenta. Pero si tiene sueño o hambre le va a costar mucho controlarse.
  • No ceder ante las rabietas: no les hacemos ningún favor. Yo de entrada creo que es mejor intentar evitarlas; es decir, desviar la atención: "¡anda! mira lo que están poniendo en la tele". Puede parecer un poco "de blanda", como me han dicho más de una vez: "es que tiene que darse cuenta y aprender que eso no se hace". Bueno, pues no estoy de acuerdo: un niño al que no dejas, por ejemplo, comer un caramelo porque ya casi es la hora de comer y consigues que no lo coma...pues yo creo que sí que se da cuenta. No lo ha comido: ¡tú ganas!, aunque para que lo hiciera le hayas tenido que entretener mirando los coches que pasan por la calle. A mí me parece que llegar a la rabieta debe ser lo último, y que el niño tiene que ver la rabieta como algo raro, no como algo habitual. Pero una vez que se ha llegado a ese punto...pues ya estamos. No se come un caramelo antes de comer (es un ejemplo, ¿eh?, cada uno que se busque el suyo), y punto; y no te voy a dar el caramelo. Es más, no te voy a escuchar hasta que no me hables tranquilamente. Y te lo digo con cariño, y te lo digo poniéndome en tu lugar, que sé que lo estás pasando mal (y que no escuchas nada de lo que te digo, porque estás en plena rabieta, así que todo esto me lo digo a mí misma en silencio); pero yo soy la adulta y sé que esta norma que te estoy poniendo es buena para ti. Cuando te calmes te abrazaré, te hablaré y pasaremos página.

   Y a los adultos cuánta falta nos hace, también, cuando hemos pasado ese momento de frustración plena, que nos den un abrazo, que nos hablen, incluso que se rían con nosotros. Y pasar página...¡cuánto nos gustaría muchas veces!

   
   






Entradas populares