Tengo la costumbre de acudir con mis hijos casi todos los miércoles a la biblioteca municipal del pueblo donde vivimos. Allí hay un lugar mágico para los peques de 0 a 3 años, que se llama: "la pecera". Entre colchonetas de colores, nubes en el techo y cuentos a montones, totalmente accesibles para ellos, el gusto por la lectura se despierta casi sin que nadie se dé cuenta.
Cuando nos vamos, elegimos un par de cuentos para llevarnos a casa, hasta el miércoles siguiente.
Esta semana mi hija mayor tenía clara su elección. Reconoció un cuento entre las estanterías de la zona de 3-6 años, y gritando en voz baja me dijo (sí, se puede gritar en voz baja, mi hija tiene una habilidad especial para ello): "¡¡¡FREDERICK!!! Este cuento lo tenemos en el cole y es precioso. Te va a encantar, mamá".
Esa noche, antes de dormir, leímos el cuento de Frederick. Desde la primera página estábamos todos emocionados.
Frederick es un ratoncito diferente. No ayuda a su familia en la recolección de víveres para el invierno, lo que provoca la curiosidad de sus semejantes. Pero él insiste en que sí trabaja: recoge rayos de sol, colores y palabras. Nadie parece comprender a qué se dedica Frederick exactamente, pero le respetan. Cuando el invierno está terminando, junto con las provisiones, y la familila de ratones empieza a caer en la desesperanza, Frederick les alegra la vida. Iluminándolos con los rayos del sol, mostrándoles una bella paleta de colores y transportándolos con sus palabras. "Frederick, tú eres un poeta".
Y es que al fin he encontrado una buena alternativa a la fábula de La cigarra y la hormiga. Los que me seguís desde hace tiempo sabéis lo poco que me gusta dicha fábula.
"Frederick" es una buena forma de explicarles a los más pequeños la función social del arte.
Título: Frederick
Autor e ilustrador: Leo Lionni
Editorial: Kalandraka