miércoles, 25 de enero de 2012

HIJO MAYOR- HIJO PEQUEÑO (2)







Y, sí, ahora soy yo la mamá. 
-----------------------------------------------------------------

      ¿Y cómo llegué a esto?
      Primero descubrí que ser mamá ya no era algo tan lejano (¿quién me lo iba a decir hace unos años?), luego decidí que quería serlo, y un día me di cuenta de que lo iba a ser. Y ese día me entró pánico, he de reconocerlo: la responsabilidad se me cayó encima como una losa. No sólo estaba feliz e ilusionada (y mucho), también estaba asustada. No me veía en ese nuevo papel.

      Pero nació la peque y me encontré de golpe ahí, yo, la mamá de mi HIJA MAYOR. Nadie piensa cuando se encuentra en esa situación en el adjetivo "mayor" destinado al bebé, pero la realidad es que muchos de los primogénitos acaban siendo los hermanitos mayores, y se forman sus características como tales ya desde el momento en que nacen. Ellos nos enseñan lo que significa ser padres, nos meten en este universo paralelo que jamás nos habíamos imaginado; ellos son los que cambian nuestra medida del tiempo, nuestros horarios, nuestras aficiones, nuestras prioridades; los primeros que nos enseñan la magia de una sonrisa de bebé, nos descubren lo que significa el insomnio, nos maravillan ante cada mínimo avance. Y es que cuando nuestro primogénito dice su primera palabra nos volvemos locos de alegría; ni hablar de cuando da sus primeros pasitos. Es algo nuevo, único y emocionante. Todo esto se vive sólo una vez como "primera vez", y la primera vez es siempre especial, siempre.

      Pero no todo son maravillas para el hermanito mayor, porque tiene que cargar con algo muy pesado: la INEXPERIENCIA de los padres. Yo miro hacia atrás, hacia los momentos en los que mi hija mayor era un bebé, y me doy cuenta de que estaba equivocada en la mayoría de las cosas que hacía, porque todavía estaba buscando cómo quería ser yo como madre. Y como todavía buscaba, pues experimentaba; y el objeto de mis experimentos era mi hija. Las respuestas no surgen hasta que no aparecen las PREGUNTAS, y las preguntas nos vienen en infinidad de situaciones: ¿la dejo llorar o no?, ¿la cojo o meneo el cochecito?, ¿me atrevo a salir a su hora de la siesta o no me atrevo?, ¿le quito el chupete ya? Infinitas preguntas ante una experiencia tan compleja como es la de ser padres.Y probablemente no existe la respuesta adecuada, cada familia tiene que buscar la suya. Pero, claro, hay que buscarla, y experimentar, y hacerlo mal, y sentirse frustrado.

      Pero llega un día en el que ya estamos seguros, sabemos más o menos cómo actuar ante cada situación conocida. Y pensamos, por ejemplo: "tengo que recordar esto por si tengo otro hijo, porque de esta forma he conseguido que durmiera de maravilla". Ja    ja    ja.
-----------------------------------------------------------------
 
      Cuando mi HIJO PEQUEÑO estaba en camino, mi primer sentimiento fue el de culpa. Me sentía culpable frente a mi hija, porque no quería quitarle ni uno solo de los mimos que recibía. No es que ella no quisiera compartir con su hermano...¡es que era yo la que no quería compartir mi amor! Es difícil de explicar, pero probablemente la que haya pasado por esa situación puede entenderme (aunque no todo el mundo lo vive así). Y yo que, además, soy la hermana pequeña, me sentía tremendamente culpable, también, con el chiquitín que aún no había nacido. Sabía que tenía que dedicarle exactamente la misma atención que a su hermana, y me esforzaba por hacerlo así desde el embarazo, pero pronto pude comprobar que eso es imposible. No hubo piernas en alto, ni siestas reparadoras, ni imaginación desbordante sobre cómo sería el bebé. No hubo nada de eso, pero hubo otras cosas...como preludio de todo lo que iba a acontecer.

      Porque el segundo hijo es "otra cosa". No se disfruta menos, ni se quiere menos, ni sorprende menos. Simplemente es una nueva personita que hace que todo sea diferente. El que quiera revivir emociones se llevará un chasco, porque lo que va a vivir va a ser diferente, como toda persona que acaba de nacer merece. Y es que la experiencia acumulada que hemos recopilado con el primero no sirve de nada o, al menos, de poco. Y los truquillos que utilizábamos para que el mayor durmiera de maravilla no funcionan con el pequeño, y así con casi todo. De todas formas, ya sabemos más o menos el tipo de padres que queremos ser, y eso es un gran avance. Pero, sobre todo, hay algo muy importante que tenemos ganado: la TRANQUILIDAD. Ahorano dudamos de que el chiquitín va a caminar, va a hablar, va a dormir varias horas seguidas, va a crecer, va a dejar de lado las rabietas, etc., etc., etc. Sabemos que sólo es cuestión de tiempo, así que nos lo tomamos todo con más calma. Y aquí llegamos a la conclusión más clara que yo he sacado respecto a este tema: El hermano mayor vive con mucha más presión desde el principio; el hermano pequeño es más libre. Quizás de aquí venga eso que dicen siempre los mayores de que los pequeños son unos mimados. No, yo no lo veo así, simplemente es que los padres no les exigen tanto porque están más tranquilos, más relajados.

      Por otro lado, aunque disfrutemos muchísimo de nuestro segundo hijo, y sus logros nos emocionen, es inevitable que nos impresionen un poquito menos que cuando los observamos en el primer hijo. Inevitable. Yo, hermana pequeña de pro, he hecho esfuerzos por hacerlo todo igual...y no lo he logrado. Un día el peque caminaba y todos nos pusimos muy contentos, pero cuando habían pasado tres días me enfadé conmigo misma: "¡¡su hermana tiene veinte vídeos del día en que empezó a caminar, y a él aún no le hemos hecho ninguno!!!". Y así con muchas cosas. Eso sí, fotos le he hecho como para llenar unos cuantos álbumes, jajajaja.
-----------------------------------------------------------------



      Respecto al día a día de los hermanitos...¡en otro momento contaré más!

      

      

1 comentario:

Entradas populares