jueves, 15 de noviembre de 2012

NUESTRO 14N

     

      Ayer fue día de huelga general. Yo también estoy enfadada, yo también estoy indignada, yo también estoy sin trabajo; así que no me costó realmente mucho esfuerzo secundar la huelga, digamos que hago paro todos los días. Tampoco me supuso esfuerzo quedarme a los niños en casa, aunque realmente lo hice con convicción, porque apoyaba la huelga y todo lo que en ella se reivindicaba. Porque quiero quejarme de todas las formas posibles, y ésa era una más.

      Pero digamos que no soy muy hábil en esto de las huelgas. ¿Qué significa no ser hábil? pues ahora os lo describo. Éste fue nuestro 14N:

      Según mi hija mayor ayer era día de fiesta, porque no tenía que ir al cole. Le expliqué que era en realidad día de huelga, pero no conseguí hacer que saliera de su error. No, porque ella lo tenía todo premeditado: era día de fiesta y se quería poner su vestido rosa. No sé muy bien cómo llegamos a ese acuerdo por el cual se pone dicho vestido los días de fiesta, supongo que porque ella llevaría vestiditos de princesa todos los días al colegio y, como no le dejo, un día decidió que su forma de celebrar las fiestas era ponerse de punta en blanco. Es más, todos nos tenemos que vestir más formales que de costumbre: me obligó a dejar mis amados vaqueros en el armario y me obligó también a ponerme zapatos de tacón. Me obligó a no vestir a su hermano con chándal. Demasiadas órdenes para una niña de 4 años, pero si la conocierais sabríais que tiene un carácter fuerte y una dulzura terriblemente, sospechosamente, embaucadora.

      Salimos a la calle a dar un paseo: una mujer y una niña de fiesta acarreando un bulto informe en la sillita: bufanda, gorro, guantes y abrigo que albergaban dentro a un niño de casi dos años. Me entristecí al ver que todas las tiendas estaban abiertas. Ojo, el derecho a la huelga existe, pero cada uno tiene la libertad de ejercerlo o de no hacerlo. Me deprimí aún más cuando escuché a una chica gritar a una dependienta: "¡Menos mirar y más actuar!". Nunca me han gustado los piquetes, será por eso de que se me dan mal las huelgas.

      Disfrutamos del paseo, agradable. Después de callejear por el barrio, nos dirigimos a la calle principal de mi pueblo- ciudad. Para mi sorpresa y alegría allí había mucha gente reunida, con pancartas, banderas y gritos reivindicativos. Yo necesitaba estar dentro de esa marcha que había cortado el tráfico, mi corazón deseaba estallar de júbilo obrero. Pero mi hija se asustó. Se las dio en un primer momento de interesada, preguntó por todo lo que allí pasaba, pero luego me confesó que el espectáculo le asustaba. Yo le hice ver que allí había muchos niños con sus papás, muchísimos, y que parecía que se lo estaban pasando muy bien, pero ella se negó a participar. Así fue que nos quedamos a un lado, en la zona de los mirones. Entonces me fijé en la marea verde que corría por el centro de la gran calle: un montón de personas con camisetas verdes, defendiendo la educación pública. Recordé, con cierta vergüenza, que la mía estaba doblada en el armario, olvidada, y que mi aspecto era muy poco reivindicativo, más bien parecía una burguesa mirona, criticona. Me sentí mal, un poco depre, hasta que otra chica me gritó: "¡¡Menos mirar y más actuar!! ¡¡debería darte vergüenza!!". Otra vez me exalté: ¿le explico que a mi hija le da miedo este barullo o la mando directamente a la mierda?. Ni una cosa ni la otra: decidí darme la vuelta.

      Pero allí, de pronto, apareció el verdadero protagonista de esta historia. Se quitó el gorro, lo lanzó al aire, aplaudió, gritó un AHHHHHHH visceral, giró la cara y me dijo: "Mamá, ahí, ahí, ahí", señalando el centro mismo de la manifestación. El bulto que hace un momento transportaba en la sillita se había visto poseído por el espíritu de Karl Marx. Mi hija me miró y dijo: "sólo un poquito", y nos fundimos con las pancartas y vítores.

      Caminamos un buen rato con el tumulto, hasta que la peque me sugirió que nos desviáramos un poco, que nos fuéramos a lo alto de un puente para hacer una fotografía. Me pareció buena idea y así lo hicimos. Lo que yo no sospechaba era que la manifestación justo terminaba ante ese puente, que el estrado donde iban a hablar los portavoces estaba colocado debajo de nosotros y que teníamos las mejores vistas posibles. Un sindicalista se colocó ante el micrófono, comenzó a hablar muy enfadado de espaldas a nosotros, con todas las caras de los manifestantes dirigidas hacia él... y hacia mi familia. En cuanto terminó la primera frase airada, mi hijo, el futuro sindicalista, empezó a gritar: "¡¡¡¡BRAVO!!!", y los manifestantes le siguieron. Y así, sin querer, un pequeño de 22 meses se convirtió en el centro de todas las miradas. Cada vez que mi hijo aplaudía los de abajo se reían, los de abajo aplaudían, los de abajo vitoreaban, y las dos niñitas que estábamos encima del puente sólo queríamos escondernos. El enano se creció, cada vez gritaba más alto, cada vez aplaudía más fuerte, estaba en su momento de gloria. No es de extrañar que cuando decidí dar la vuelta para irnos a casa a comer, el enano se enfadara.

      Juro que mi hijo es muy tranquilo, no se suele enfadar, creo que nunca había tenido una rabieta. Pero ayer tuvo la primera. Y me demostró que lo sabe hacer muy bien. Empezó a chillar como loco, se sacudía como si estuviera poseído; bueno, ya he dicho que sospecho que lo estaba. El camino de vuelta recorría la manifestación en sentido contrario, así que para ir más rápido no me quedó más remedio que ir por la zona de los mirones. Pero, en esta ocasión, la que estaba siendo mirada era yo. Creo que jamás una rabieta infantil tuvo tanto público. Decidí bajarlo de la silla para ver si se calmaba aunque, como es evidente, fue un gran error. Se echó a correr hacia el mogollón y me costó realmente alcanzarlo, mientras empujaba la sillita y procuraba que mi hija mayor no se alejara de mi lado. Cuando lo pillé se sacudía como loco. Lo coloqué en la silla como pude, e incluso llegué a pensar que iba a ser imposible, pero no me quedaba otra opción. Y en ese momento empezaron los primeros comentarios: "pero, pobrecito, se va a hacer daño", "déjalo que disfrute", "¿qué te pasa, chiquitín?". estaba tan absorta en soportar y sobrellevar la situación que perdí de vista a mi hija un momento. No sé cómo pasó, porque no vi el proceso, pero creo que en cuestión de segundos fue capaz de subirse a un árbol y, cómo no, acto seguido caerse. Empezó a llorar desesperada. Corrí hacia ella empujando la sillita, observé que no le había pasado nada e intenté calmarla,  pero estaba inconsolable.

      Durante un segundo, me evadí de mí misma, observé la situación desde fuera y me entró un ataque de risa histérica: mis dos hijos berreaban como becerritos en el matadero, y todo el mundo a mi alrededor me miraba con cara de reproche. Cuando conseguí controlarme (que no controlar la situación) seguí avanzando. Sólo quería escapar de allí. "¿qué os pasa, pequeñines?", "quieres un caramelo?", "deberías parar, bajarle de la silla y esperar a que se tranquilicen". No quería oír nada, sólo quería escapar. Yo, vista desde fuera: una pija mala madre con dos niños llorones. Yo, vista desde dentro: una mujer superada por la situación que sólo quería escapar.

     Y escapamos. Nos alejamos del follón. Mi hija mayor se calmó al instante, mi hijo pequeño seguía llorando. Lo bajé de la silla, lo abracé, y siguió llorando. Le di la mano y avanzamos como pudimos hacia casa. El pequeñín hipaba, lloraba, hipaba, lloraba. Cuando llegamos a casa le quise dar un abrazo fuerte pero no me dejó. Se secó las lágrimas con el puño y me dijo con una gran sonrisa: "A jugar coches". Mi hija mayor se sentó y se puso a dibujar. Yo me miré en el espejo y me puse a llorar: me tocaba a mí.

    Así que, sí, se puede decir que no soy muy hábil en esto de las huelgas.

   

viernes, 19 de octubre de 2012

LA MUJER DEL CARRITO

 


      La mujer del carrito fue la primera. A decir verdad, al principio no tenía carrito, eso llegó después; los primeros días vestía como yo, peinaba como yo y tendría sólo unos pocos años más que yo. La observaba buscar y rebuscar, con expresión desafiante, y me preguntaba: ¿cómo habrá llegado a aquí? ¿cuál será su historia?

      Pero después de un mes o dos me doblaba la edad, y se había fabricado ese vehículo extraño, híbrido, mezclando el esqueleto de un carrito de bebé y una caja enorme de plástico. Allí es donde, todas las mañanas y todas las tardes, con horario casi fijo, coloca lo que encuentra dentro del contenedor de basura de mi calle, aquéllo que le puede resultar de utilidad. Mis hijos la saludan y yo la saludo, al fin y al cabo somos casi vecinos. Pero ellos lo hacen con naturalidad, y yo lo hago con una mezcla de miedo (sí, ¿por qué no reconocerlo?), de pena y de culpa. Ella les saluda casi con cariño y a mí con esa mirada tan suya, que no ha cambiado a lo largo de todo este año, tan desafiante.

      Un día me la encontré recogiendo mi pantalón, el que se había roto en la entrepierna, y que yo había tirado en mi bolsa cerrada, junto con los pañales, mondas de patata y secretos. Mi pantalón estaba siendo revisado, los bolsillos dados la vuelta; tuve que mirar para otro lado y seguir andando. Un paso y otro paso, sin parar.



      Después me encontré con él, con su gran mochila rota de explorador, dos calles más abajo. "Se ve que se reparten los contenedores", pensé. Cuando me vio acercarme por la calle fingió que estaba paseando. Vestía un abrigo gordo, fuerte y gastado ("al menos no pasa frío"), y botas de montañero. Tan triste su expresión, tan humillado su porte.



      Un fin de semana, cuando estábamos paseando en familia, parque y juegos, pasamos por una calle por la que no solemos pasar. Por la que no queremos pasar; al menos yo no lo hago si no voy bien acompañada. Pero la escena que me encontré no era aterradora, simplemente era decadente y melancólica: una pareja estaba sentada en las escaleras de una casa en ruinas, mirando cómo su hija, de unos 5 años, montada en una moto de juguete medio rota, recorría la acera arriba y abajo. Jugando, entre risas, pero no en el parque.
Y me miraron: ella desafiante y él con tristeza. El nudo de mi estómago empezó a formarse, junto con el de la garganta.



      Y los nudos apretaron un poco más ayer, cuando mi hija me comentó: "¿Sabes que hay personas que no tienen dinero para tener un coche?". "¿Sabes que hay personas que no tienen dinero para comer o para tener una casa?, le pregunté yo a ella. Se quedó en silencio, como intuyendo que estábamos a las puertas de un tema grande y gordo. Luego decidió hablar: "Son los pobres, ¿verdad?, ¿dónde viven?". "No hace falta irse muy lejos; tú has visto algunos que viven muy cerca de nosotros", "Lo sé: la mujer del carrito", "Sí", "Pues yo no voy a dejar que haya pobres, voy a darles de comer y a darles una casita".



      Más tarde, mientras mis niños dormían, escuché un ruido: clinc, clinc.
      Todo está más caro, clinc, clinc.

      Nuestros sueldos bajan, clinc, clinc.
      La cuenta baja, y baja, y baja, clinc, clinc, clinc.



     Y el nudo casi ahogaba, casi hacía vomitar. La niña que fui y que sigo siendo, ésa de la que ahora ya he perdido la esperanza de deshacerme, empezó a llorar. El pequeñín, como si estuviera conectado conmigo, empezó a gritar desde la cuna: "Mamáaaaa, mamáaaaa", y allí fui corriendo, a abrazarlo, mientras seguía llorando. Él se calmó al instante, tan confiado en mí, tan dependiente de mí. Y el nudo casi ahogaba.



      Esta mañana, al salir de casa, me he encontrado, cómo no, con la mujer del carrito. Pero la he mirado a los ojos, hoy estaba más cerca de ella. Ella ha cambiado su expresión desafiante por la de la curiosidad, y juraría que se quería acercar a mí, quizás cogerme de la mano. Pero seguí andando. Un paso y otro paso, sin parar.

   

jueves, 6 de septiembre de 2012

CON LA INTELIGENCIA HEMOS TOPADO

"Pues sí, ya tenemos los resultados de las pruebas que le hicieron en el colegio. ¡Un CI de 130!"

      No, no soy yo la que habla. Yo soy la que mantiene la mirada fija, alucinada, dirigida hacia tres niños que saltan, juegan y gritan alrededor de la plaza. Dos de ellos son mis hijos, los conozco muy bien, y el otro es Manuelito, de 5 años. Pantalón corto, de marca, camisa blanca lustrosa con una gran mancha marrón de helado en forma de sonrisa, como queriendo decir: "aquí estoy yo, y yo soy como soy".

      La sorpresa me ha dejado paralizada. Hace un minuto estábamos hablando de lo caras que se habían puesto las cañas y, ahora, sin venir a cuento, esta mamá, levantando la frente y articulando con cuidado (no vaya a ser que se nos escape alguna de sus palabras) nos lanza esta frase tan, tan interesante.

      Y es que, sí, la frasecita me da mucho que pensar, mientras Manuelito y mi chiquitín lanzan gritos al cielo, taladrando las nubes, felices a más no poder. Los pensamientos se me agolpan, inconexos, y sólo puedo transcribir la conclusión final: "algún día tendré que juntar fuerzas y hablar sobre la inteligencia en el blog".

      Esa mamá a la que acabo de conocer, amiga íntima de mi íntima amiga, que está a mi derecha, todavía no ha terminado. Esta vez casi susurrando, con tono de misterio (como actriz esta señorona no tiene precio), nos suelta:

"Pero, no te lo pierdas, el hijo de Clara ha sacado un CI de ¡150!"

      Ahora sí que miro, como un resorte mi cabeza gira hacia la voz, mientras me imagino un montón de madres en la puerta del colegio hablando sobre los resultados que sus hijos han obtenido en los tests de inteligencia; quién sabe...quizás hasta con los propios niños delante.


      Mi amiga, a la que este tema no le causa ningún tipo de reacción especial, me pregunta:

- "¿Y tú ya sabes algo de los CIs de tus hijos".
- "Pues no, ni lo sé ni me interesa" (ay, madre, creo que ha sonado excesivamente borde, ¡no era mi intención!).
- Pues ya verás, en un añito o así le harán a la mayor el test, como les hacen a todos.
.......................(ejem)
- No, no creo que se lo hagan.
- ¡Pero si se lo hacen a todos!
- Eso no es así.
- Aquí se lo hacen a todos.
- Ajá.
- Y está muy bien, porque así les pueden atender en función de sus necesidades reales.
........................ (¿estallo o no estallo?)
- Ajá.
- ¿Y en tu cole dices que no lo hacen?
- En algún caso concreto puede que sí, pero no es la norma ni muchísimo menos. Y no se les dice a los padres el "resultado" como si fuera el número de una tómbola, para que lo comparen entre ellos y, de paso, marquen a los niños para toda su escolaridad. Además, ya sabes lo que pienso yo del CI.
(Ya está, estallé, era inevitable).

      Sigo mirando a los niños que, ahora, están haciendo una carrera. Manuelito se cae en un charco, y todos se ríen mucho. Su madre traslada el enfado que tiene conmigo hacia el niño: "¡¡¡¡Manuelito, te has puesto perdido!!!!"



      Y yo sigo juntando fuerzas para tratar algún día el tema de la inteligencia en el blog. Tiene tantos frentes que no sé por dónde empezar. Quizás esta escenita ha tenido, al menos, la función de romper el hielo.

domingo, 2 de septiembre de 2012

PAPEL EN BLANCO

     

     La magia del papel en blanco es indiscutible. Cualquiera que alguna vez haya querido dibujar algo hermoso o escribir una historia lo sabe. No es necesario ser un gran pintor o escritor, sirve con haber sido estudiante o, simplemente, con ser aficionado a cualquiera de estas artes.


     Ese rectángulo fijo, demasiado consistente y real, se nos atornilla en las sienes y nos oprime, con cierto agobio que, además, nubla la vista y entorpece las ideas. El papel en blanco nos pone en el límite de nuestras posibilidades y, por tanto, nos hace rebelarnos e intentar sacar lo mejor de nosotros mismos. Y surgen las ideas, débiles o fuertes, ligeras o profundas, necias o sabias. Pero aparecen, sacamos algo propio, muy nuestro, que se nos presenta ante los ojos por primera vez.

      Yo (tú) observo y vivencio el mundo, tan complejo, yo lo proceso y lo siento de forma personal y única, yo expreso en el papel en blanco. Si el papel me muestra el camino, si el papel me indica cómo debo dibujar un pez, o cómo sentir y describir la tristeza, no puedo volcarme en él. Pero el papel en blanco me da libertad.
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      Dale a un niño un papel en blanco y te fascinará. No uno, si no muchos, todos los que él necesite. Nadie se sorprende más ante el mundo que un niño, y nadie necesita más libertad para expresarse sin ataduras que un niño.

      Como profesora y como madre siempre utilizo como recurso el papel en blanco. Es mi material preferido, lo reconozco: un maravilloso espejo mágico nacarado. Me sobran los cuadernillos para colorear, de ortografía, de caligrafía, etc. (bueno, para ser justa he de decir que no me sobran, también tienen en algunos casos su utilidad, pero me molestan bastante).
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      Un niño pequeño está en contacto con cuentos, con carteles en las calles, con cuadros, con cartas...el mundo de la imagen y el de la palabra escrita forman parte de su cotidianidad, aunque sea de forma casi subconsciente. 

      Los padres contamos cuentos a nuestros hijos, y ese momento es muy codiciado por ellos: un rato de cercanía, de magia y de comunicación. Observamos juntos los dibujos, compartimos historias sencillas... Esa naturalidad que caracteriza al "recibir" debe formar parte también del "expresar".

    Ante el papel en blanco el niño se muestra a sí mismo, reflexiona a su manera sobre el rico mundo que le rodea. 

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    Un palote puede ser un pez, un señor o, simplemente, un ejercicio de poder (YO pinto, YO puedo). Papá dibuja doscientos caracoles y mamá me escribe mi nombre porque yo quiero que lo hagan. Yo imito, yo investigo, yo aprendo. La M es la letra de mi mamá y de mi profesora, y la dibujo, doscientas veces. La dibujo porque no sé qué significa, pero me gusta hacerlo. 

    Conozco varias letras, porque me gusta aprender aquéllo a lo que no me obligan, y las pongo una al lado de la otra sin fin; o simplemente escribo garabatos que quieren decir cosas, junto al dibujo de un muñeco gigantesco o chiquitito. 

    Escribo mezclando mayúsculas y minúsculas, sin separar palabras pero escuchando, escribiendo...Dibujo más muñecos, miles, todos iguales y todos diferentes. 

    Me pongo a prueba a mí mismo, disfruto, aprendo, consigo lo impensable...todo gracias al papel en blanco.

martes, 8 de mayo de 2012

EL ARCA DE NOÉ









Primera confesión: soy atea. Segunda confesión: no estoy a favor de que se imparta la asignatura de Religión en  los colegios públicos.


Tercera confesión (y ésta con la boquita pequeña): este curso decidí que mi hija cursara la asignatura de Religión.


      Lo sé, soy incoherente. Ahora voy a intentar justificar la decisión tomada, pero me temo que la incoherencia es imposible de tapar.


      Yo estudié en un colegio religioso, y siempre me gustó la asignatura de Religión; me gustaban las historias que se contaban, me parecía que los "valores" que se transmitían eran buenos (aclaro que mi colegio era muy moderno, tanto que el cura de mi pueblo casi no quiso dejarme hacer la primera comunión, a pesar de que me habían preparado en el colegio). Además, siempre pienso que para poder decidir hay que conocer. Y, un punto más, la religión católica es la base de muchas obras artísticas de nuestra cultura, por lo que hay que tener ciertos conocimientos sobre ella para poder disfrutar de determinados cuadros, esculturas u obras arquitectónicas.


      Lo sé, soy incoherente.






      Pero lo hecho, hecho está, y mi hija todos los lunes tiene clase de Religión. Le suelo preguntar qué es lo que hacen, porque me produce mucha curiosidad, y este lunes me comentó que estuvieron pintando "El arca de Noé", nombrando los animales y observando que se agrupaban en parejas. La enana me pidió que le relatara la historia completa de Noé, y así lo hice.


      Esa tarde, entre jabones y patitos de goma, chapoteos y risas con su hermano, me preguntó:

1- "Pero, a ver, ¿los leones son buenos? porque si las personas malas se ahogaron con el diluvio, no sé por qué no se ahogaron los leones también". A duras penas, y pillada totalmente por sorpresa, le expliqué que los animales no pueden decidir ser "buenos" o "malos" o, mejor dicho (odio los conceptos bueno/malo, pero es difícil escapar de ellos), que no pueden decidir entre hacer las cosas bien o hacerlas mal.

2.- "Vale, todos los animales son "buenos", entonces. ¿Y qué hizo Noé con los animales que eran viejecitos? ¿y con los que eran bebés?" Ejem, la cabeza de mamá ya empezaba a hervir y amenazaba con estallar. Pues, a ver, supongo que se ahogaron, sí.

3.- "Pues entonces Noé no era tan bueno como dicen. A mí no me gusta Noé". Claro, hija, si es que no hay nadie que sea "bueno" o "malo" por completo. Digamos que todas las personas somos muy complicadas.

4.- "Mmmm, el que no me gusta, entonces, es Dios. No sé por qué tuvo que ahogar a todas aquellas personas, y no sé por qué tuvo que salvar a Noé". "Ya te he explicado que es una historia, como un cuento, que no pasó de verdad.

      Y cambié de tercio, lo reconozco, mi olla a presión particular no daba para seguir manteniendo esa conversación.

      Pensaba: "¡¡¡¡¡¡CAGÜEN TOOOOO!!!!!! ¿¿¿QUIÉN ME MANDARÍA METERME EN ESTOS EMBOLAOS???" (Sí, no soy muy fina cuando hablo conmigo misma). "Zanjemos el tema": A cantarrrrrr:

              "Un día Noé a la selva fue

              puso a los animales alrededor de él"
                                 (...)


sábado, 5 de mayo de 2012

MI MAMÁ

     

      En su mirada siempre hay un toque de inocencia infantil. Te la puedes imaginar sin dificultades corriendo por el pueblo cuando era niña, persiguiendo a los insectos y llevando a las vacas al monte. En sus ojos se percibe un toque ingenuo y de aire fresco.

      Le gusta tirarse en el suelo y jugar con las construcciones, vestir a las muñecas y hacer carreras de coches. Contar cuentos, disfrazarse y dibujar incansablemente.

      Sabe jugar con los niños, ya lo he explicado, pero también sabe poner límites, y su autoridad es innegable.

      Tiene 60 años y mucha vida a sus espaldas. Ha sido intensamente feliz y ha vivido depresiones infernales. Se pasó media vida imaginándose un futuro para ella que jamás llegó a existir; y aunque eso en algún momento le hizo sentir que su vida estaba vacía, de esa experiencia sacó la máxima de que "lo bueno nunca sabes por dónde va a venir".

      Para mí ella siempre será el trasnochar estudiando las capitales, las natillas cuando estaba enferma, las conversaciones en el baño mientras me peinaba, las caminatas llevándome a todas partes, el café con las amigas y los hijos de las amigas, la bata azul, las caricias en el pelo, la mano triste que busca la mía, la mirada llorosa al ver a mi hija recién nacida, la cara cansada, el amor incondicional.

      Me pasé media vida diciendo que jamás iba a ser una madre como ella, que yo iba a ser diferente, que lo iba a hacer mejor. Ahora sólo pido ser capaz de hacerlo tan bien como mi madre lo hizo. No fue una madre perfecta, pero...¿alguien lo es?

miércoles, 2 de mayo de 2012

AQUÍ ESTOY YO

   


      Hola a todos, me presento. Soy ...... y, ¿veis?, también sé decir mi nombre. Eso es ser grande.


      No soy un bebé, no. Quizás hace unos pocos meses lo era, pero eso quedó atrás. Soy un YO mayúsculo, y un  YO nunca puede ser un bebé. No. Porque yo soy independiente, no necesito a nadie. Soy ese personaje del espejo, que lo sé yo; ése de mirada seductora, tan gracioso con los gorritos de los disfraces de Mayor. Y, si os fijáis, sé poner caras (mis horas delante del espejo me ha costado) y vosotros os creéis mis caras; eso también es ser grande.


      Sé correr casi tan rápido como Mayor, trepar, subir y bajar escaleras, tirarme por el tobogán. Soy uno más en el parque, y ya nadie dice: "mira ese bebé". Ahora dicen: "mira ese niño". Sí, sí, y yo me hago el interesante.


      Aquí estoy, como un Rey, sentado en las piernas de mi Papá. ¿Conocéis a mi Papá? él no es muy hábil para cambiar pañales, pero es absolutamente genial para todo lo demás. Yo voy a ser como él. Así que fijaos en lo guay que es mi Papá, porque así voy a ser yo, ¿ya lo había dicho?


      Mi Mamá es la que me está mirando mientras sonríe. He de reconocer que con ella me gusta ser aún un bebé, pero lo hago sobre todo por ella, no os creáis. A Mamá le gusta mimosearme y darme muchos besitos. A los niños grandes como yo también nos gustan a veces esas cosas; pero un ratito sólo, luego tenemos que salir corriendo a ocuparnos de nuestros asuntos.


      Mayor es mi hermana. Ésa que está sentada en la mesa dibujando y que parece que no me está mirando (pero sí que me está mirando, que yo lo sé). Es Mayor, y con eso está dicho todo. A ella le gusta que yo ahora sea también un niño. Estoy tremendamente, infinitamente orgullosísimo de jugar a juegos de niños mayores con Mayor. Yo puedo hacer todo lo que ella hace. Si ella se cae al suelo, yo también me caigo; si ella se enfada, yo también me enfado; si ella pinta, yo también pinto. Me gusta estar con Mayor, y eso también es ser grande.


      Aquí estoy, sentado en las rodillas de Papá. Y ahora os voy a demostrar una vez más lo grande que soy:
"Galleta". Ale, ya está, Papá me da una de las galletas que hay en la mesa. SOY GRANDE.


      En unos días cumpliré 16 meses. Me gusta descubrirme a mí mismo, me gusta ser YO.

MIÉRCOLES MUDO- PRINCESA PRIMAVERA

lunes, 30 de abril de 2012

FREDERICK

      



      Tengo la costumbre de acudir con mis hijos casi todos los miércoles a la biblioteca municipal del pueblo donde vivimos. Allí hay un lugar mágico para los peques de 0 a 3 años, que se llama: "la pecera". Entre colchonetas de colores, nubes en el techo y cuentos a montones, totalmente accesibles para ellos, el gusto por la lectura se despierta casi sin que nadie se dé cuenta.
      Cuando nos vamos, elegimos un par de cuentos para llevarnos a casa, hasta el miércoles siguiente.

      Esta semana mi hija mayor tenía clara su elección. Reconoció un cuento entre las estanterías de la zona de 3-6 años, y gritando en voz baja me dijo (sí, se puede gritar en voz baja, mi hija tiene una habilidad especial para ello): "¡¡¡FREDERICK!!! Este cuento lo tenemos en el cole y es precioso. Te va a encantar, mamá".

      Esa noche, antes de dormir, leímos el cuento de Frederick. Desde la primera página estábamos todos emocionados.


      Frederick es un ratoncito diferente. No ayuda a su familia en la recolección de víveres para el invierno, lo que provoca la curiosidad de sus semejantes. Pero él insiste en que sí trabaja: recoge rayos de sol, colores y palabras. Nadie parece comprender a qué se dedica Frederick exactamente, pero le respetan. Cuando el invierno está terminando, junto con las provisiones, y la familila de ratones empieza a caer en la desesperanza, Frederick les alegra la vida. Iluminándolos con los rayos del sol, mostrándoles una bella paleta de colores y transportándolos con sus palabras. "Frederick, tú eres un poeta".

      



      Y es que al fin he encontrado una buena alternativa a la fábula de   La cigarra y la hormiga. Los que me seguís desde hace tiempo sabéis lo poco que me gusta dicha fábula.


      Todas las profesiones son nobles, todas, pero parece que a veces se nos olvida la importancia que ha tenido el arte, a lo largo de la historia, para la humanidad. ¿Qué haríamos sin músicos, pintores, escritores...?


      "Frederick" es una buena forma de explicarles a los más pequeños la función social del arte.




Título: Frederick
Autor e ilustrador: Leo Lionni 

Editorial: Kalandraka 

sábado, 28 de abril de 2012

YO OS EDUCO

      Yo os educo, es mi responsabilidad hacerlo. Más allá de las pequeñas dificultades y preguntas que surgen día tras día, constantemente me cuestiono: ¿hacia dónde dirijo mis intenciones?, ¿cuál es el objetivo final?

      No es poca cosa meditar sobre esto. Aunque hoy en día esté rodeada de pañales y cuentos de princesas, sé que el tiempo pasa rápido. Vosotros no sólo sois mis hijos chiquititos, encantadores e insoportables, no. Vosotros sois futuros adultos, iguales, con los que no he tenido, por cuestiones de genética y lógica humana, la suerte de coincidir en el tiempo compartiendo edades similares.

      Y esos adultos que son iguales a mí, hoy dependen de mí. Cuidado, que es para no pegar ojo por la preocupación.




      La falta de práctica hace que me vaya por las ramas (ay, sí, ¡he echado de menos escribir en el blog!). El tema es, repito: ¿cuál es el objetivo final? Supongo que cada padre tiene un objetivo u objetivos en mente. Yo he decidido plasmar los míos en el blog para organizar mis ideas. Sé que me queda mucho por meditar, y para cuando tenga totalmente claro lo que quiero transmitir a mis hijos, ellos serán ya mayores. Pero no olvidemos que lo interesante siempre es el proceso (si no, ¿por qué las personas de la tercera edad, que han acumulado gran sabiduría, siempre recuerdan como maravillosos los momentos de su juventud cuando eran menos sabios?). Así, pues, ahora mismo se me ocurren estas finalidades:







      1.- Hijos, por favor, ante todo sed buenas personas. Sé que suena simplón e incluso vacío, pero para mí eso de ser "buena persona" es la base de todo. Pensad en los demás, no sólo en vosotros mismos; no hagáis daño a nadie intencionadamente; sed amables y sinceros en el trato.

      2.- Buscad la felicidad, siempre, aunque parezca que está perdida. Y recordad: la felicidad a veces no está en el camino más vistoso y fácil; a veces cuesta encontrarla porque se oculta en los senderos más insospechados. Es fugaz, pero vale la pena rozarla, aunque sólo sea un segundo.



      3.- Intentad desarrollar al máximo vuestras capacidades. No os pido que seáis los mejores en nada, simplemente me gustaría que consiguierais ser una buena versión de vosotros mismos.Y eso, tomando el ejemplo de cualquier persona, ya es mucho.


      4.- Sed flexibles, aprended a adaptaros a este mundo tan voluble. No tengáis miedo a innovar, ni en vuestros actos ni en vuestras ideas. Tampoco temáis los cambios. Si la vida os lleva lejos, porque así debe ser, no sufráis al mirar atrás (aunque espero que jamás olvidéis lo que lleváis atrás).


       




      Y hasta aquí he llegado. Hoy estos son mis objetivos, aunque ya os digo que se van transformando con el tiempo. ¿Cuáles son vuestros objetivos como padres? ¡Me interesa mucho saberlo!

      Un abrazo a todos los que me estáis leyendo. Gracias por pasar, a pesar de todo, de vez en cuando por esta casita, esperando encontrar humo en la chimenea.



miércoles, 29 de febrero de 2012

MIÉRCOLES MUDO: RAPUNZEL


      Un miércoles mudo debe ser "mudo", lo sé. Pero es que hace tanto tiempo que no aparezco por esta casa que quiero dar señales de vida. Estoy bien, muy activa y, al mismo tiempo, en un período de letargo blóguico que espero que no dure demasiado (aunque sé que al menos se alargará un par de semanas, hasta que esté algo más desahogada). 
      Como no tengo demasiado tiempo para escribir, pero tampoco quiero dejar el blog abandonado a las goteras, he decidido participar en los "miércoles mudos" (las bases se pueden leer más abajo). Personalmente he optado por incluir dibujos de mis hijos; el primero es éste: Rapunzel.

Cariñosos abrazos para todos y todas.

sábado, 11 de febrero de 2012

MOCOPOMPA Y UÑASCUCHILLO

      Hace tiempo que estoy buscando un sobrenombre para  mis hijos, para poder hablar de ellos en el blog sin tener que decir eso de "hija mayor" o "hijo pequeño". No es que me haya roto la cabeza pensando sobre el tema, pero esa búsqueda está instalada en mi mente y vuelvo sobre ella cada cierto tiempo. Es tarea difícil, dificilísima. Hace una semana se me ocurrió que podría utilizar los nombres cariñosos con los que les llamo yo en casa: ranita y ratón; deseché la idea instantáneamente. Para andar por casa están muy bien esos apodos, pero escritos aquí creo que superan con creces el límite de cursilería que me tengo permitido.

      Hoy he encontrado otros dos calificativos que creo que tampoco van a superar la prueba, pero que describen perfectamente algunos de los momentos más comunes en nuestro día a día: Mocopompa y Uñascuchillo. Perdonad, sé que pueden resultar bastante escatológicos. Los que seáis sensibles hacia estos temas, por favor, dejad de leer.

      MOCOPOMPA:
      "Mamá, mi hermano tiene un moco- pompaaaaaaaaa. Corre, corre y quítaselo, que se me está acercando".
      Así empezó todo: bautizado por su hermana. Pero es que el chiquitín tiene una gran facilidad para fabricar mocos, espesos y viscosos; y, por consiguiente, muchas veces luce unas enormes pompas adheridas a su nariz.
      Y, además, ¡cuidado! sus mocos son suyos y sólo suyos. Cuando ve a alguien acercarse con un pañuelo se restriega firmemente con la mano, pringándose toda la cara ("pero si yo solito sé limpiarme, ¿no lo veis?").  Y en el momento en el que, pañuelo en mano, al fin "el limpiador" consigue acercarse a él, después de haberle perseguido por media casa (y no os imagináis lo que corre en esas circunstancias), los gritos que Mocopompa lanza se oyen en el otro lado de la calle.

      UÑASCUCHILLO:
      La princesa mayor siempre quiere ponerse vestidos elegantes, anillos y pulseras con cascabeles, collares de perlas...¡pero que nadie le toque las uñas de los pies! Es una lucha arcaica que mantenemos entre ella y yo. La verdad es que ya después de tres años y pico me da pereza sólo el hecho de pensar en cortarle las uñas y empezar la danza ritual con frases de ida y vuelta, lloros, enfados y desesperación. Las uñas las cortamos, sí, pero ¡hay que ver lo que cuesta! Por cierto, una pregunta: ¿a alguien le duele que le corten las uñas de los pies? es que mi hija me ha asegurado tantas veces que es dolorosísimo que ya me empiezan a entrar dudas.
      Así que, entre nosotros, retraso ese momento todo lo que puedo, al máximo, hasta que un día veo sus uñas y digo (y ésta es la primera frase, nuestro primer movimiento en la danza ritual): "Esas uñas parecen garras".
      Hoy ha sido un día de esos en los que tocaba cortarse las uñas de los pies. En cierto momento la princesita me dijo: "Mamá, no son garras, son cuchillos". "Muy bien, cariño", pensé, "acabas de bautizarte a ti misma: Uñascuchillo".

 
     Pero, como ya os he comentado, tampoco les veo mucho futuro a estos sobrenombres. Mis niños son muy lindos, y quizás a veces me apetezca hablar de sus dibujos, de sus palabras o sus gustos, y no queda bien que en todo momento el lector tenga en mente sus más feos atributos.

    Sin embargo, no puedo resistirme a utilizar una vez, una sólo, estos motes en una descripción, a ver cómo quedan:


      Mocopompa da vueltas por la casa paseando en una sillita un gran balón azul. Ojo, que el balón recibe todos los cuidados y atenciones que Mocopompa es capaz de dedicar, que ya los querría para sí cualquier muñeco de los que esperan sentados en la habitación. Y es que GRAN BALÓN no sólo se porta bien en la silla y sobrelleva los meneos y remeneos de su improvisado papá; también acepta felizmente ser golpeado, lanzado, pataleado y baboseado.


      Uñascuchillo, mientras, pinta doscientas veces la misma muñeca con alas. La razón es evidente: ha encontrado un cuaderno en blanco, nos ha pedido permiso para tomarlo como suyo, y ha decidido no perder el tiempo. Un cuaderno en blanco está desprotegido y desaprovechado. Una vez que ha conseguido que la muñeca luzca su sonrisa partida en todas las hojas, ha vuelto a la primera y ha empezado a dibujar una casa, esta vez ya con más calma.

      Una pelota aparece volando y,  casualidad fatídica, lanza el cuaderno contra la pared, arrugando unas cuantas muñecas, que agrandan su sonrisa ante la escena. Los gritos están servidos.

domingo, 5 de febrero de 2012

LA ADAPTACIÓN DE MAMÁ

     
      Una vez superada mi frustración inicial ante la vuelta obligada e imprevista al trabajo, mi estado de ánimo actual es el propio de los vegetales o, mejor dicho, de las piedras que están al borde del mar; ellas reciben ola tras ola con una indiferencia admirable. Estoy dejándome llevar por la vida, sin pensar en nada, sin imaginarme nada, sin hacer demasiadas cábalas sobre lo que vendrá: "lo que tenga que ser, será", y tras esa frase escondo varias veces al día mis miedos, apartándolos de mi mente, para volver a mi estado actual de piedra, tan agradable.

      No tengo demasiadas ganas de escribir en el blog, lo confieso. Escribir supone pensar, y no olvidemos que las piedras no piensan, y tan tranquilas que viven. Felices no, pero tranquilas seguro que sí. Y ahora, en este momento de mi vida en el que prefiero no reflexionar demasiado sobre la felicidad, porque su búsqueda la tengo apartada para otro momento, lo único que pido es estar tranquila, el tiempo que dure (que será poco).

      Pero hay ciertas olas que no se pueden dejar de escuchar, porque rugen fieras como leones.

      Mañana el peque volverá a la guarde: su segundo día de adaptación. Aunque cada día hacen su adaptación a la guardería un montón de niños en el mundo y "todos se acaban adaptando", para el mío es la primera vez, y para mí también es la primera vez que lo vivo con él. Así que este momento me atrapa con su intensidad.

      El primer día fue sólo una hora, y lloró la mayor parte del tiempo. Me estaba esperando en brazos de su profesora, con la boquita desencajada por el llanto. Cuando lo cogí se me pegó fuerte, fuerte, con un abrazo de esos que derriten a cualquiera. Y, sí, me derritió por completo: acabé por los suelos. Ha pasado el fin de semana, y mañana nos enfrentamos a dos horas más de guardería. Me dan ganas de cogerlo en brazos, salir por la puerta de nuestra casa de paja y, dando un portazo, echar a correr. Es algo ilógico e irracional, a la par que imposible, pero es lo que me apetece: escapar los dos de esta situación que nos está costando tanto.

      Mamá también se tiene que adaptar, chiquitín.

sábado, 4 de febrero de 2012

NIÑOS MALOS

    

      "Mamá, todos los niños de clase piensan que soy mala"
      "¿Por qué dices eso? ¿te lo ha dicho algún niño?   
      "No, pero ¡¡¡¡¡LO PIENSAN!!!!!"
      " Tú no eres mala, cariño"
      "Sí, soy mala"
       " ¿Por qué lo dices?
      "Porque el otro día me solté del trenecito cuando íbamos a clase"
      "Por favor, ¡eso es una tontería, hija! Es cierto que no te tienes que separar del trenecito, pero no es algo taaaaaan importante.
      "Lo piensan, mamá, lo piensan. Un día tienes que entrar en mi clase y decirles a todos que yo soy buena"


     Los niños van aprendiendo los conceptos complejos basándose en la búsqueda de contrarios, de dicotomías que dan sentido general al concepto. Por ejemplo, adquieren el concepto general de cantidad a través de la diferencia entre mucho y poco; el concepto de tamaño a través de grande y pequeño (un tiempo después aparecerá el mediano); el concepto de belleza, más avanzado, a partir de bonito y feo.
      Todo es sencillo en sus cabezas chiquitinas. O blanco o negro, o BIEN o MAL. Y, un día, cuando ya empiezan a dominar el lenguaje, nos damos cuenta de que dividen a las personas, animales e, incluso, objetos, en dos grupos: LOS BUENOS Y LOS MALOS. Mi hija, de hecho, tiene clarísimo cuáles son los niños "buenos" de su clase y cuáles son los "malos". Los recita en un listado que tiene aprendido, grabado a fuego. No es imitación, estoy segura de que no ha escuchado a su profesora nada de eso; pero es la simple tendencia natural a la clasificación; y, cuando son pequeños, las clasificaciones son extremistas, les cuesta observar los matices.


      A mí me pone de los nervios cuando califica a algún niño como malo, pero es que mi hija llega un pasito más allá: ella es mala, está en el grupo de los malos. "¿Y por qué dices eso, por qué? tú no eres mala".
     Me parece grave que tenga ese autoconcepto, y me parece grave que piense que un niño que un día ha cometido un error es un niño MALO. Es algo sobre lo que medito mucho: ¿cómo hacer que en su cabeza sencilla entren los matices y que deje de utilizar esos adjetivos para referirse a otros niños?


      Últimamente estoy usando una fórmula: le explico que todos los niños del mundo, todos, absolutamente todos, tienen que mejorar y aprender. Lo que pasa es que unos tienen que mejorar en unas cosas y otros en otras. Por ejemplo, su amiguito Nacho, que es tan inquieto y que siempre incluye en la lista de los "malos", todos los días le da un gran abrazo cuando la ve, y eso a ella le hace sentirse muy bien ("¿verdad que sí?"); quizás otros niños que aceptan y cumplen mejor las normas de la clase tienen más dificultades para demostrar sus sentimientos, por ejemplo.

      Creo que esto lo va asimilando; poco a poco. Entender que entre "bueno" y "malo" hay  un mundo de variedades es algo complejo. Pero aún lo es más ponerse en el lugar del otro, comprender que si a mí no me gusta que me digan que soy mala a los demás tampoco les gusta que yo lo diga de ellos. Eso ya es de nivel avanzado.

      Así que, como les cuesta tanto imaginarse cómo se siente el "niño malo", los peques tienen una crueldad impresionante, natural, visceral. Los niños pequeños son crueles, sí, y es nuestra responsabilidad enseñarles, ayudarles a aprender. ¡Qué complicado!



 
   


   

miércoles, 1 de febrero de 2012

SOPORTAR LA FRUSTRACIÓN

   

      Ayer tuve un día de esos en los que un cuerpecito estalla porque no soporta lo que le sucede, la situación que está viviendo, que necesita gritar, llorar e incluso patalear, dar un portazo o cerrar muy fuerte un cajón. Lo que sucedió no era  extremo, simplemente era algo con lo que no contaba y que no me gustó nada, pero nada de nada. Quizás algunas personas de las que me leéis no comprenderéis mi reacción tan exagerada...normal, no todos somos propensos a las rabietas.

      Yo lo soy. Así es mi temperamento, nací así, para desgracia de mis padres y mía. Mi hija también lo es, para desgracia de sus papás y de la enana. Mi base biológica me lleva por el camino de la desgracia temperamental de las rabietas: ayer, hoy y mañana. Pero no es tan gravísimo, se puede vivir con ello, se puede aprender a soportar la frustración (o a manejarla).

      Un niño que está en medio de una rabieta lo pasa mal. Os lo digo yo, que aún tengo recuerdos de algunas de mis rabietas (ya me duraron, ya...). No hablo de un niño que llora con ese llanto fingido que rápidamente reconocemos los padres; hablo de un niño que está devorado por la frustración, con los ojos llenos de lágrimas, la cara desencajada, tirado en el suelo, etc., , vamos, lo que es una rabieta. No es una tontería: nuestro hijo sufre. Tenemos que hacer algo para que aprenda a superar esos momentos, para que aprenda a vivir con la frustración, porque la frustración, aunque no nos guste, forma parte de nuestra vida.

      La frustración puede darse por muchos motivos: quiero jugar a golpear la televisión y no me dejan; quiero chocolate pero me dicen que tengo que esperar a después de comer; tengo sueño pero no quiero dormir; quiero estar con mi mamá pero no puedo; quiero seguir de excedencia pero no me dejan...ups, perdón, se me ha escapado.
Hay cien mil razones para frustrarse en este mundo, y probablemente nuestra felicidad dependa, en buena medida, de la tolerancia que tengamos a la frustración. Una baja tolerancia hará que saltemos a la mínima.

      Para FOMENTAR que nuestros hijos incrementen su TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN es conveniente empezar desde el principio, desde muy pronto, para que sea menos traumático para todos.
Para ello debemos ponerlo en contacto con pequeñas frustraciones, poco a poco, paulatinamente. Si queremos evitarles cualquier mínimo sufrimiento no les enseñaremos a tolerarlos. Propongo, por tanto (y no voy a decir nada nuevo, ni nada que no se sepa):


  • Plantear normas, pocas, pero que el niño las pueda cumplir y que sean adecuadas a su edad. Y esas normas se las dejamos claras al niño, con toda nuestra seguridad y nuestro amor. Por ejemplo:
           - A un bebé de un año no le dejamos acercarse al horno, porque es peligroso para él. Cada vez que se acerca al horno se lo decimos, y no cedemos.
           - A un niño de 3 años le exigimos que recoja sus juguetes después de jugar. Es bueno para él tener su espacio ordenado y aprender a valorar y respetar las cosas que tiene.
  • Darles libertad, aceptando su forma de ser, siempre dentro del respeto hacia esas pequeñas normas que deben cumplir. Por ejemplo: un niño de 2 años muy activo no podemos pretender que esté quietecito y sentado durante tres cuartos de hora mientras esperamos para entrar en el médico; le podemos dejar que se mueva, que se levante, que se tire al suelo con su coche preferido (sí, ¿por qué no?); mientras no grite y no moleste a nadie (que son las normas del centro de salud), podemos estar tranquilos. Quizás a nuestro lado haya un papá con su hijo de la misma edad que el nuestro pero que está sentado, mirando un cuento...y podría estar horas!! pues estupendo: cada niño es diferente, respetemos sus características y no les pidamos lo que no pueden dar.
  • Proporcionarles sus horas de descanso necesarias, así como comprobar que no tienen hambre. Un niño que, de entrada, es propenso a las rabietas, muchas veces está haciendo un verdadero esfuerzo de autocontrol, un esfuerzo por portarse bien, aunque nosotros no nos demos cuenta. Pero si tiene sueño o hambre le va a costar mucho controlarse.
  • No ceder ante las rabietas: no les hacemos ningún favor. Yo de entrada creo que es mejor intentar evitarlas; es decir, desviar la atención: "¡anda! mira lo que están poniendo en la tele". Puede parecer un poco "de blanda", como me han dicho más de una vez: "es que tiene que darse cuenta y aprender que eso no se hace". Bueno, pues no estoy de acuerdo: un niño al que no dejas, por ejemplo, comer un caramelo porque ya casi es la hora de comer y consigues que no lo coma...pues yo creo que sí que se da cuenta. No lo ha comido: ¡tú ganas!, aunque para que lo hiciera le hayas tenido que entretener mirando los coches que pasan por la calle. A mí me parece que llegar a la rabieta debe ser lo último, y que el niño tiene que ver la rabieta como algo raro, no como algo habitual. Pero una vez que se ha llegado a ese punto...pues ya estamos. No se come un caramelo antes de comer (es un ejemplo, ¿eh?, cada uno que se busque el suyo), y punto; y no te voy a dar el caramelo. Es más, no te voy a escuchar hasta que no me hables tranquilamente. Y te lo digo con cariño, y te lo digo poniéndome en tu lugar, que sé que lo estás pasando mal (y que no escuchas nada de lo que te digo, porque estás en plena rabieta, así que todo esto me lo digo a mí misma en silencio); pero yo soy la adulta y sé que esta norma que te estoy poniendo es buena para ti. Cuando te calmes te abrazaré, te hablaré y pasaremos página.

   Y a los adultos cuánta falta nos hace, también, cuando hemos pasado ese momento de frustración plena, que nos den un abrazo, que nos hablen, incluso que se rían con nosotros. Y pasar página...¡cuánto nos gustaría muchas veces!

   
   






martes, 31 de enero de 2012

CON FINAL FELIZ

      No sé cómo acabé yo allí sola, sola, en aquel patio de piedras grandes y antiguas. Estaba hundida, con esa tristeza bella que sólo pueden tener los adultos jóvenes o semi- adolescentes. Me dije a mí misma: "si viene ahora, mientras cuento hasta diez, será porque vamos a vivir nuestra vida juntos". Y apareciste tú, que no estabas solo pero que llegabas sin compañía. Venías sonriendo, sin nervios, sin imaginarte nada de nada, acompañado únicamente de tu simpatía.
Mírate ahora, abrazándome por las mañanas, mirándome con ternura, acompañándome en todos y cada uno de los recorridos.


      En aquella sala había muchas sillas, muchas personas sentadas y una que faltaba. Yo estaba aburrida, no me interesaba lo que veía ni lo que escuchaba. Entraste por la puerta y mi corazón dio un brinco, sin aviso previo; se me iluminó la vida y, de la nada, apareció un pensamiento dirigido a ti: "¿sabes que vas a ser el padre de mis hijos?". Menos mal que no escuchaste aquéllo porque fue tan impertinente que hasta me asustó a mí.
En la puerta hay dos niños esperándote todos los días. A ti te llaman papá y a mí mamá.


      Después, como por magia, todo mejoró hasta el infinito, hasta lo máximo que puede mejorar la vida de una persona. Un día me dijiste: "Y nos iremos descubriendo arrugas nuevas en la cara, pero nos vamos a mirar en los mismos ojos cada día, todos los días..". Sé que no lo recuerdas, tú no eres de ese tipo de persona...pero yo sí, y no lo olvido.







lunes, 30 de enero de 2012

NUESTRA LACTANCIA MATERNA

Un abrazo intenso, una sonrisa con la boca llena, calorcito en la cama, un cuerpo pequeño y amado, jugueteos, el dedo chiquitito al ojo chiquitito: sueño, pelo mojado de sudor, manita en el pecho, pellizcos, miradas que hablan, caricias mutuas...

      Ésta ha sido nuestra lactancia materna. Hablo así, utilizando el pretérito perfecto, porque desde hace unos días mi chiquitín y yo nos estamos despidiendo de todo esto. No lo digo con pena, ni mucho menos; es una decisión tomada sin pensarla demasiado, pero tomada con el corazón. Considero que ya hemos disfrutado bastante de la lactancia y que ahora nos toca dejar paso a otras experiencias.

      Jamás había hablado en el blog de la lactancia materna, a pesar de que es uno de los temas que más se tratan en los blogs de maternidad. Hoy he decidido hacer una excepción porque la ocasión lo merece. ¿Por qué nunca hasta hoy había hablado de todo esto que es tan grande, tan importante y cotidiano? Pues porque es un tema con el que jamás he estado de acuerdo con nadie. O, perdón, quizás es todo lo contrario, porque yo acepto que cada uno haga lo que le dé la gana...es un tema con el que nadie ha estado nunca de acuerdo conmigo. He recibido críticas de todos los bandos, comentarios desafortunados de amantes de la lactancia y de amantes del biberón. Parece que la gente no termina de entender que la lactancia es algo tan íntimo que no se puede opinar sobre cómo lo viven los demás (¿acaso nos metemos a opinar sobre las relaciones sexuales que tienen nuestros amigos, sobre cómo deben organizar su casa o sobre qué tienen que hacer con su dinero?). La lactancia es cosa de dos, exclusivamente de dos: la mamá y el bebé. En el curso de preparación al parto- maternidad incluían al padre y al entorno cercano; no sé en los demás casos, pero en el mío puedo asegurar que no he mirado hacia otro lado más que hacia mis hijos, y menos mal. La lactancia es una relación de la mamá y el bebé, y cada mamá la vivenciará de forma diferente con cada uno de sus hijos.

      Y ahora paso hablar de NUESTRA LACTANCIA MATERNA. En primer lugar, la lactancia con mi hija mayor:
      Con ella todo fue difícil al principio: dolor, sangre y lágrimas...muchas lágrimas. A la semana ya estaba dispuesta a claudicar, a dejarlo por imposible o, mejor dicho, por doloroso; pero las pezoneras y una matrona sensible me animaron a continuar, y jamás me arrepentí. Con ella utilicé biberones desde el primer día; sólo por las noches, antes de meterla en la cuna; primero el bibe lo hacía con mi leche y luego empecé a utilizar leche en polvo. Para mí este bibe nocturno fue mágico y salvador, la niña se iba con la barriguita caliente y llena a dormir, y dormía de maravilla. Aprovechando que los bibes le gustaban, era fácil dejarla en algunas ocasiones con otras personas, cuando yo lo necesitaba. Así que tuvimos una maravillosa lactancia mixta. A los 6 meses empezamos a cambiar tomas de teta por tomas de bibe, la mayoría de ellas por causa de fuerza mayor (yo trabajaba fuera de casa en aquél entonces), y poco a poco, a los 7-8 meses, la teta desapareció. Nadie la echó de menos. Pero siempre recordaré la lactancia de la chiquitina como algo muy bonito.

     Con mi hijo pequeño todo empezó diferente. Él nació muy grandullón, con 4, 410 kilitos, y con un hambre atroz. Y a mí que me digan lo que quieran: ese niño se moría de hambre. De entrada no sentí ningún dolor cuando se enganchó al pecho. Sin embargo, el hecho de que el chiquitín se pasara todo el rato pegado a la teta, sin separarse ni un solo segundo durante su primera noche de vida, hizo que alguna pequeña molestia tuviera. Y lo peor no fue eso, lo peor fue que yo estaba totalmente destrozada y no podía descansar. Di a luz en un hospital "amigo de los niños", y no me dejaron darle ni una gota de bibe, para estimular la lactancia materna. Juro que estuve a punto de asesinar a alguna enfermera: ¡yo necesitaba dormir! Pero consiguieron su objetivo: el niño nunca quiso tomar un solo bibe. Ale, así, sin elección: lactancia materna exclusiva. Fue difícil, porque era un bebé muy demandante en lo alimenticio (siempre tenía hambre), pero con el tiempo nos acostumbramos a estar media vida juntos y a disfrutar, y mucho, de esos momentos. Se despertaba por las noches por hambre, dos o tres veces, y no había que buscar otras razones: era hambre pura y dura. Me hubiera encantado poder darle ese bibe mágico nocturno, pero fue imposible. Y así seguimos, hasta los 6 meses que empezó a comer algunas cosas más; y continuamos hasta hoy, ya con 12 meses. El gran paso, el gran cambio, vino hace unas semanas: no sé cómo ni por qué, pero se me ocurrió ofrecerle por millonésima vez un bibe; y esta vez le encantó, para sorpresa de todos. De momento seguimos con lactancia mixta, pero la decisión está tomada: poco a poco, sin prisa, la lactancia materna irá desapareciendo.

      Y, bueno, sé que, como siempre, mi lactancia materna será criticada. Habrá quien piense que es una barbaridad que le siga dando teta a un bebé de un año que ya corre por toda la casa (lo he oído), y también habrá quien piense que es una barbaridad que abandone la lactancia tan pronto (también lo he oído).

      Reivindico, desde aquí, el derecho a una lactancia materna libre, sin cadenas ni condenas de ningún tipo. 

domingo, 29 de enero de 2012

PREMIO: GRACIAS POR TU AMISTAD



      Y aquí tengo un nuevo regalo. Un regalo especial, por muchas razones pero, sobre todo, porque llega en el momento justo. Después de una temporada desvinculada del blog necesitaba un empujoncito, algo que me hiciera continuar con ganas este proyecto. Y, como siempre desde que empecé, ahí ha estado Yaneth, de My Points Of View para ayudarme y otorgarme su confianza y su apoyo. ¡¡¡¡¡Gracias, gracias y gracias!!!!!


    El regalo viene con tarea y, como buena alumna, me voy a poner manos a la obra el domingo a última hora. Hay buenas costumbres que me resisto a perder.


   Tengo cinco preguntas que contestar:


       1.-Elige un momento de tu vida muy importante, sólo uno. 
      Me cuesta elegir, sobre todo si debe ser uno solo, no compartido. Quizás, como momento intenso e importante escogería el del enamoramiento de mi marido. Ahí empezó todo, o casi todo, lo que vendría después. Si eso no hubiera ocurrido, ¿cómo sería mi vida ahora mismo? Pufffffff, cuesta imaginarlo.

       2.-¿Qué lugar del mundo te gustaría visitar y no conoces? 

     Japón.

      
3.-Haz un menú con tu comida favorita: primer plato, segundo plato y postre.

      De primero sopa de pescado, de segundo croquetas y de postre natillas.

    4.-Si a trabajo se refiere ¿cuál sería tu trabajo perfecto o profesión sin pensar en salarios?
      Cualquier profesión que me permitiera ser mi propia jefa y tener un horario libre. Bueno, si alguien conoce un trabajo así que me lo comunique...¡yo veo complicado encontrarlo!

     5.-¿Recuerdas cuando y por qué reíste por última vez?Cuéntalo si lo recuerdas.
      Una tontería. Descripción de la situación:
      Mi hija bajando por unas escaleras de caracol, con una pizarra de medio metro de ancho en los brazos; sin sujetarse en nada. Mi madre, escandalizad
a, grita: "¡Noooo, me estás dando mucho miedo así!". Mi hija contesta: "Pues no tienes que tener miedo de mí, abuelita. Yo no soy una persona mala". 
      Lo dicho: una tontería...pero ¡lo que me pude reír con ese comentario!


      Ahora me toca PASAR EL TESTIGO a 5 blogs. Llevo poco tiempo en esto, y todavía me queda mucho por leer y montones de experiencias por compartir en la blogosfera. Soy consciente de que no puedo hablar de amistades todavía, todo llegará. La amistad es algo más profundo. Pero sí que noto afinidades, simpatías, blogs en los que me siento muy a gusto, personas que están detrás de la pantalla del ordenador escribiendo y leyendo que cada vez son más importantes en mi vida. Cada día un poco más.
      Por tanto, envío este premio a 5 blogs con los que disfruto, escritos por personas interesantes y poco a poco más cercanas.

     El túnel del hada: Un rinconcito precioso. Perfecto para visitar si eres amante de la literatura infantil; siempre hay buenas recomendaciones.

    Historias de un príncipe y cuatro princesas: Una nueva adquisición en mi listado de lectura. Divertido y escrito por una mamá con mucha experiencia.

      A latidos: Débora escribe este blog sin morderse la lengua, diciendo lo que piensa moleste a quien moleste...¡y eso me encanta! Leo tu blog y lo sigo, por supuesto.

     Las mariposas de Raquel: escrito por una mamá reciente y experimentada al mismo tiempo, con mucho ingenio e ironía. Otro blog que acabo de descubrir y que no me puedo perder.

      My Points of View: No podía dejar de hacerlo. Como Yaneth es la que me manda los premios se queda sin que yo la premie, ¡y eso no puede ser! Tranquila, no te pido que vuelvas a contestar a las preguntas, pero quería agradecerte de alguna forma tanto apoyo, a la par que comentar lo mucho que disfruto leyendo tu blog.


      ¡Saludos para tod@s!




viernes, 27 de enero de 2012

¡¡DEJADME DORMIR!!

      Queridos hijos, os quiero más que a nada en este mundo, sois tan monos con vuestros ojitos melosos y vuestras bromas, me divierto tanto jugando con vosotros...pero dejadme que os recuerde que son las siete de la mañana.


      A esta hora la calle está oscura, cariños, y las personas con suerte están en la cama, porque, ¿sabéis?, hoy es domingo.

      El día es largo para jugar, aburrirse, mirar cuentos, comer, salir a la calle, darse besitos y pelear. Hay día de sobra, os lo digo yo, que llevo muchos días vividos.

      Y dormir es tan maravilloso; tan, tan maravilloso. Hay gente que pagaría por tener una hora más de sueño al día. Yo lo haría, sin ir más lejos.

      Mis niños, decidme que son imaginaciones mías. Decidme que lo que estoy escuchando por el intercomunicador son fantasmas, sucesos paranormales, ladrones...cualquier cosa que me importe menos ahora mismo que escucharos llorar.

      Mi cama está caliente, las sábanas y mantas me abrazan, la almohada es suave y tiene la forma de mi cabeza, la mano debajo de la almohada tiene un tacto suave. Estoy en paz, o lo estaba hace un momento.

      Por favor, lo imploro, lo suplico:


      ¡¡DEJADME DORMIR!!

jueves, 26 de enero de 2012

SITUACIONES MATEMÁTICAS




     El otro día escuché a dos madres que hablaban en el parque. Bueno, en realidad sólo se oía hablar a una. Era la típica madre- abuela, que exaltaba las cualidades de su hija a voz en grito. Alcancé a escuchar una frase muy clara: "Si es que ya te digo yo que mi hija está mucho más espabilada de lo normal. Con dos años y medio fíjate que conoce todas las letras, todos los colores, todos los números y todas las formas". Me lo creo, por supuesto, ¿por qué no iba a ser así?

      Yo estaba observando lo que sucedía en el parque, cómo se relacionaban los niños. Las dos hijas de esas señoras, que aparentaban la misma edad, jugaban juntas, con otros dos niños más. Cuando mi hijo pequeño se acercó a ellas, la niña normalita de la mujer que estaba callada dijo: "Mira, somos cuatro, así que si dejamos jugar a este niño con nosotros seremos cinco". Así, tal cual, la niña se plantó una suma y se quedó tan pancha. Quién sabe, quizás esas niña no sepa reconocer el número 5 escrito en un papel, pero es evidente que sabe lo que significa, y eso es lo importante.
   
     Y es que nadie duda que un niño tiene que saber hablar bien para poder aprender a leer y a escribir, ¿verdad? Pues yo pienso que un niño tiene que dominar ciertos conceptos matemáticos básicos, de esos de los que forman parte de nuestro día a día, antes de empezar a intentar "enseñarle" de forma sistemática eso que se llama matemáticas. Las matemáticas escolares son una especie de ogro que se come la motivación de los niños; no de todos, pero sí de un porcentaje bastante elevado de los alumnos. Y es que, según la opinión de estos niños, las matemáticas no sirven para nada, están vacías de significado y, por tanto, de interés (seguro que conoces a algún niño que odie las matemáticas. Si le preguntas el porqué, verás que te dice algo muy parecido). Y por más que les pongamos problemas reales y divertidísimos ("María tenía tres caramelos y perdió uno. ¿Cuántos caramelos le quedan?), pues como que nuestros niños siguen sin entender  que las matemáticas sirven.

      Sirven. Pero no es sólo que sirvan de algo, sino que son uno de los dos instrumentos básicos que tenemos para comprender e interactuar con el mundo; uno es el lenguaje y el otro las matemáticas. ¿Qué es lo que hace que los niños, entonces, sientan esa desvinculación hacia ellas? Pues sinceramente creo que el problema está en el planteamiento pedagógico de base.

      Para mí fue un grandísimo descubrimimento el que tuve el día que un profesor de la facultad nos habló de las SITUACIONES MATEMÁTICAS. A ver si soy capaz de explicarlo a grandes rasgos:
Las situaciones matemáticas, desde el punto de vista de la pedagogía, son un problema real que se le plantea a un niño o a un grupo de niños con el fin de que estimulen sus competencias matemáticas. Un ejemplo sería el que os pongo en este enlace: http://pagines.uab.cat/meque/sites/pagines.uab.cat.meque/files/merienda_galactica_0.pdf

      Para mí, ésta es la mejor forma de acercarse a las matemáticas. Pero ahora no estoy hablando como profesora, sino como madre: ¿cómo hacer para estimular el razonamiento matemático de nuestros hijos?
Porque, sí, es algo que también se estimula. mucho se habla de la estimulación del lenguaje, pero de esto no se habla tanto como se debería. Desde luego, el razonamiento matemático no se estimula enseñándole a un niño a reconocer los números, como hizo la mamá- abuela del parque y como hacen muchos padres con buenas intenciones o, a veces, otros, con afán de tener hijos excepcionales.
No, lo mejor que podemos hacer, exactamente igual que con el lenguaje, es aprovechar las situaciones cotidianas, porque en el día a día nos vamos a encontrar un montón de situaciones matemáticas sencillas: poner la mesa, cortar una tarta en pedazos, repartir juguetes, la observación del cuerpo humano, de la naturaleza...Muchas, muchas, muchísimas situaciones matemáticas.

      Lo importante es hacerle ver al niño que existen esas situaciones, que nos plantean problemas que sólo podemos resolver con un instrumento: los números. Los números, por tanto, son algo cercano y cotidiano.

     Y, como padres, durante los primeros años, también podemos darles algunos recursos que les ayuden a solucionar esos problemas; principalmente se me ocurren dos:

  • Enseñarles la cantinela de los números: uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...Es un paso previo, o facilitador, del conteo y de la adquisición del concepto de cantidad. 
  • Enseñarles a utilizar su cuerpo como referencia. Sin ir más lejos: los dedos de la mano. Los llevamos siempre con nosotros y son muy útiles para contar, poner, quitar...Es un instrumento maravilloso, sobre todo durante los primeros años, ¡nunca entendí por qué algunos profesores persiguen a los niños que cuentan con los dedos!

miércoles, 25 de enero de 2012

HIJO MAYOR- HIJO PEQUEÑO (2)







Y, sí, ahora soy yo la mamá. 
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      ¿Y cómo llegué a esto?
      Primero descubrí que ser mamá ya no era algo tan lejano (¿quién me lo iba a decir hace unos años?), luego decidí que quería serlo, y un día me di cuenta de que lo iba a ser. Y ese día me entró pánico, he de reconocerlo: la responsabilidad se me cayó encima como una losa. No sólo estaba feliz e ilusionada (y mucho), también estaba asustada. No me veía en ese nuevo papel.

      Pero nació la peque y me encontré de golpe ahí, yo, la mamá de mi HIJA MAYOR. Nadie piensa cuando se encuentra en esa situación en el adjetivo "mayor" destinado al bebé, pero la realidad es que muchos de los primogénitos acaban siendo los hermanitos mayores, y se forman sus características como tales ya desde el momento en que nacen. Ellos nos enseñan lo que significa ser padres, nos meten en este universo paralelo que jamás nos habíamos imaginado; ellos son los que cambian nuestra medida del tiempo, nuestros horarios, nuestras aficiones, nuestras prioridades; los primeros que nos enseñan la magia de una sonrisa de bebé, nos descubren lo que significa el insomnio, nos maravillan ante cada mínimo avance. Y es que cuando nuestro primogénito dice su primera palabra nos volvemos locos de alegría; ni hablar de cuando da sus primeros pasitos. Es algo nuevo, único y emocionante. Todo esto se vive sólo una vez como "primera vez", y la primera vez es siempre especial, siempre.

      Pero no todo son maravillas para el hermanito mayor, porque tiene que cargar con algo muy pesado: la INEXPERIENCIA de los padres. Yo miro hacia atrás, hacia los momentos en los que mi hija mayor era un bebé, y me doy cuenta de que estaba equivocada en la mayoría de las cosas que hacía, porque todavía estaba buscando cómo quería ser yo como madre. Y como todavía buscaba, pues experimentaba; y el objeto de mis experimentos era mi hija. Las respuestas no surgen hasta que no aparecen las PREGUNTAS, y las preguntas nos vienen en infinidad de situaciones: ¿la dejo llorar o no?, ¿la cojo o meneo el cochecito?, ¿me atrevo a salir a su hora de la siesta o no me atrevo?, ¿le quito el chupete ya? Infinitas preguntas ante una experiencia tan compleja como es la de ser padres.Y probablemente no existe la respuesta adecuada, cada familia tiene que buscar la suya. Pero, claro, hay que buscarla, y experimentar, y hacerlo mal, y sentirse frustrado.

      Pero llega un día en el que ya estamos seguros, sabemos más o menos cómo actuar ante cada situación conocida. Y pensamos, por ejemplo: "tengo que recordar esto por si tengo otro hijo, porque de esta forma he conseguido que durmiera de maravilla". Ja    ja    ja.
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      Cuando mi HIJO PEQUEÑO estaba en camino, mi primer sentimiento fue el de culpa. Me sentía culpable frente a mi hija, porque no quería quitarle ni uno solo de los mimos que recibía. No es que ella no quisiera compartir con su hermano...¡es que era yo la que no quería compartir mi amor! Es difícil de explicar, pero probablemente la que haya pasado por esa situación puede entenderme (aunque no todo el mundo lo vive así). Y yo que, además, soy la hermana pequeña, me sentía tremendamente culpable, también, con el chiquitín que aún no había nacido. Sabía que tenía que dedicarle exactamente la misma atención que a su hermana, y me esforzaba por hacerlo así desde el embarazo, pero pronto pude comprobar que eso es imposible. No hubo piernas en alto, ni siestas reparadoras, ni imaginación desbordante sobre cómo sería el bebé. No hubo nada de eso, pero hubo otras cosas...como preludio de todo lo que iba a acontecer.

      Porque el segundo hijo es "otra cosa". No se disfruta menos, ni se quiere menos, ni sorprende menos. Simplemente es una nueva personita que hace que todo sea diferente. El que quiera revivir emociones se llevará un chasco, porque lo que va a vivir va a ser diferente, como toda persona que acaba de nacer merece. Y es que la experiencia acumulada que hemos recopilado con el primero no sirve de nada o, al menos, de poco. Y los truquillos que utilizábamos para que el mayor durmiera de maravilla no funcionan con el pequeño, y así con casi todo. De todas formas, ya sabemos más o menos el tipo de padres que queremos ser, y eso es un gran avance. Pero, sobre todo, hay algo muy importante que tenemos ganado: la TRANQUILIDAD. Ahorano dudamos de que el chiquitín va a caminar, va a hablar, va a dormir varias horas seguidas, va a crecer, va a dejar de lado las rabietas, etc., etc., etc. Sabemos que sólo es cuestión de tiempo, así que nos lo tomamos todo con más calma. Y aquí llegamos a la conclusión más clara que yo he sacado respecto a este tema: El hermano mayor vive con mucha más presión desde el principio; el hermano pequeño es más libre. Quizás de aquí venga eso que dicen siempre los mayores de que los pequeños son unos mimados. No, yo no lo veo así, simplemente es que los padres no les exigen tanto porque están más tranquilos, más relajados.

      Por otro lado, aunque disfrutemos muchísimo de nuestro segundo hijo, y sus logros nos emocionen, es inevitable que nos impresionen un poquito menos que cuando los observamos en el primer hijo. Inevitable. Yo, hermana pequeña de pro, he hecho esfuerzos por hacerlo todo igual...y no lo he logrado. Un día el peque caminaba y todos nos pusimos muy contentos, pero cuando habían pasado tres días me enfadé conmigo misma: "¡¡su hermana tiene veinte vídeos del día en que empezó a caminar, y a él aún no le hemos hecho ninguno!!!". Y así con muchas cosas. Eso sí, fotos le he hecho como para llenar unos cuantos álbumes, jajajaja.
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      Respecto al día a día de los hermanitos...¡en otro momento contaré más!

      

      

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