lunes, 28 de noviembre de 2011

LA PUERTA DEL COLEGIO






La puerta del colegio desde dentro:


      Barullo de niños con las caras pintadas, gometts en la mano, babis metidos por dentro del pantalón, coletas semicaídas u olvidadas (Graciela con una gran coleta del lado derecho y el pelo lacio cayendo del lado izquierdo), pintura de dedos en los pantalones. Los míos son diez, los demás se quedan a extraescolares. Cuanto a los niños: faltan dos. "Profe, me he olvidado la mochila en clase" Aqui está uno. "Vete a clase corriendo, Edu". La otra es Maia, que está hablando con su prima, cómo no. "Maia, ven a sentarte al banco". Están nueve sentados en el banco. Se abre la puerta. El tumulto del interior se ve acrecentado por el griterío frenético que se escucha fuera. No puedo entender por qué los padres tienen que gritar tanto. Y Edu que no viene.


      Un millón de cabezas sonrientes, enfadadas, preocupadas, o simplemente expectantes, entran a la vez por la puerta. Una vez más, Maite debe recordar a los padres que tienen que esperar fuera. Me asomo a la puerta y busco rostros. Me río yo del test de Frostig, aqui sí que se pone a prueba mi percepción visual, día tras día. Reconozco a tres mamás que siempre están juntas y se colocan en el mismo sitio; les entrego a sus hijos con una sonrisa, o al menos ésa es mi intención, probablemente ellas habrán visto una mueca. Sólo quedan seis, perdón...¡siete! Edu no ha aparecido. No, si es imposible que la salida sea tranquila. Entrego un niño más, dos, tres. Quedan cuatro. Menos mal que el papá de Edu aún no ha llegado. Mi compañera Julia se me acerca: "Aqui está la mamá de Fede". Uno menos, y una mamá enfadada porque no la he reconocido.


      Ahora sí, ahí está el papá de Edu; le miro con lo que yo espero que sea una expresión simpática y le pido que espere un segundo haciendo un gesto con la mano. Ruego a Julia que se quede con los dos niños que quedan en mi banco y corro al aula a buscar a Edu. Allí está, sí, está pintando una gran cara sonriente en la pizarra. Me guardo todo lo que tengo que decir para mañana, le cojo de la mano y, a paso rápido (en el pasillo no se corre), avanzamos por el pasillo. "Alli está tu papá, lleva un buen rato esperándote. Hasta mañana, Edu".


      Clara ya no está, sólo queda Diego. Y el vestíbulo se va vaciando y Diego se va apagando. Me siento a su lado, ya no quedan padres esperando en la puerta. "No te preocupes, seguro que no tarda". Diego me mira con tristeza: "Se han olvidado de mí". ¿Por qué todos los niños dicen esa frase siempre, aunque tengan los padres más maravillosos del mundo? no se les ocurre ninguna excusa para ellos, su cabeza está llena de desolación. Me parece cruel con esa pobre mujer que siempre está tan contenta esperándole a la hora, pero miro a Diego y me da mucha lástima. Esperamos diez minutos y de pronto aparece su madre, corriendo con un carrito de bebé y una cesta de la compra. Se excusa mil veces, y le insisto en que no se preocupe, que son cosas que pasan. Tengo prisa, es mi hora de salir.




La puerta del colegio desde fuera:

      Día 1: El peque está durmiendo y me da penita despertarlo; lleva durmiendo sólo media hora, hoy se ha echado la siesta mañanera un poco tarde. Aguanto y aguanto, y al fin le despierto. Está mimoso, sólo quiere brazos, así que lo sostengo un buen rato, le hablo, le canto. Tiene caca, le cambio el pañal. Cuando me doy cuenta...¡son las 4! Tenía que haber salido hace un rato. Bueno, pues no le pongo ni los zapatos, salimos así tal cual, total en la sillita lleva el saco y va a brigado. Corro por las escaleras, corro al colocarlo en su silla, salimos zumbando por la calle. La presidenta de la comunidad de vecinos me ve y tiene ganas de hablar. ¡Por favor, ahora no! De la forma más educada que puedo le digo que me deje en paz, y sigo corriendo y corriendo. Miro el reloj cada minuto, como si sirviera de algo. Es tarde y va a seguir siendo tarde: el colegio está a diez minutos corriendo y eso no lo cambia nadie.

      "Se han olvidado de mí", sería la niña más rara del mundo si no estuviera pensando eso. Me tropiezo, corro y corro, veo la puerta ya al final de la calle. Hoy no hay padres ya. Jadeando me asomo y allí está mi hija, cogida de la mano de su profesora. "Lo siento mucho, no sé qué me ha pasado hoy, me he liado...". Ella me mira con cara simpática. Mi hija está claramente enfadada: ahora vendrá la charla hija- madre. Me trago mis palabras, supongo que la profe tiene prisa.


      Día 2: La puerta del colegio desde fuera es un mundo paralelo, un mundo propio y único del que una sólo tiene el código cuando se convierte en madre de un colegial/ colegiala. Tiene sus líderes, tiene sus normas y su imprecisión. Somos tropecientos padres desordenados dentro de nuestro orden de jerarquías: es la Ley de la Selva. Llego pronto, hoy no me va a pasar lo de ayer. Siempre me coloco en la fila de atrás, pero hoy estoy delante. Tres madres cotorriles están a mi derecha, y de vez en cuando me observan. Me mantengo firme y con la frente bien alta, apoyado mi peso sobre una sillita de bebé. Se abre la puerta y siento cierta presión en la espalda; sin querer mi cabeza se asoma por la puerta. Avergonzada me retiro hacia atrás: los padres no pueden entrar. Sale la profesora de mi hija, junto con otras cinco compañeras. Empieza a entregar a los niños, pero a mí no me ve; lógico, no estoy en el sitio de todos los días. Puedo ver a mi hija esperando pegada a la pared de su aula; saludo y ella me saluda: "mamáaaaa, ahí está mi mamáaaaa". Su profe da media vuelta y se dirige a los niños que esperan.

      Con un poco de timidez le digo a una docente: "Mira, soy la mamá de Raquel, que está alli". Tengo que hacerlo, porque la fuerza humana que me empuja la espalda me va a reventar. Ella se lo comenta a la profe de mi hija, que me dice: "Perdona, no te había visto", mientras yo agarro firmemente a la niña de la mano para intentar hacernos paso (madre, niña y carrito) aprovechando los movimientos de la marea.
     

2 comentarios:

  1. Todavía no estoy familiarizada con lo que sienten los peques cuando llegas tarde a recogerlos así que te agradezco el dato para cuando el mío sea un poco mas grande y ya ir preparada ;). Un saludo!

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