miércoles, 30 de noviembre de 2011

UNA BUENA NOTICIA: MIS VECINOS SE VAN

 

      Mis vecinos son una pareja encantadora con una hija de 10 años. Ella, la mujer, sonríe a todo el mundo por la calle; él pregunta a las señoras mayores si necesitan ayuda para subir las bolsas de la compra. La niña es una preadolescente que invita a sus amiguitas a dormir a casa y a la que le gusta el patinaje. Punto.

      Mi hija mayor tuvo cólicos del lactante desde el mes hasta los cuatro meses de vida. Ha tenido etapas de grandes berrinches y rabietas, ha sufrido de terrores nocturnos y, actualmente, tiene unas pesadillas que, cuando me las cuenta, yo me muero de miedo y procuro cruzar rápido el pasillo. Bueno, nada fuera de lo normal, pero juntando todos esos datos podemos decir que a mi hija se la oye, vamos, que ha llorado bastante a lo largo de su corta vida. Esto mismo me comentó un día mi vecina, hará un par de años: "Ay, no sé, me llama la atención oirla llorar taaaaaanto, porque, ¿sabes?, mi hija no ha llorado nunca". En fin, acepto que su hija haya sido de llorar poco, pero no acepto que me diga que no ha llorado nunca: sería marciana.

      Cuando me quedé embarazada de nuevo, tuve que escuchar a mi queridísima vecina decirme con su sonrisa más amplia: "Bueno, no te preocupes, que éste SEGURO que es menos llorón que su hermana". De nuevo entro a discernir entre lo que acepto y lo que no: acepto que mi hija es bastante llorona, pero de ningún modo admito que venga esa señora y me lo diga así, directamente, en mi jeta. Quizás es que soy una persona excesivamente susceptible, no digo que no.

      Pues la protagonista de esta historia tuvo suerte, y mi hijo resultó ser un bebé dormilón y bastante tranquilo. Pero era un bebé, qué le vamos a hacer, y ese bebé se puso malito cuando tenía un mes: bronquiolitis. Se ahogaba, tenía una tos que más parecía la de un anciano que la de un bebé de un mes, y su respiración era clavadita a la de Dar Vader. Una noche en la que se despertó casi sin poder respirar, papá y mamá le sacamos los mocos (llantos locos) y le dimos Ventolín (grito desgarrador), como buenos padres expertos de hijos bronquiolíticos. Cuando terminamos esta operación, al fin el chiquitín estaba más tranquilo y desechamos la idea de ir a Urgencias corriendo. De pronto empezamos a oir unos chillidos salvajes procedentes del otro lado de la pared. No hacía falta afinar el oído, porque se entendían a la perfección todas las palabras: "¡¡¡¡Esto es una vergüenza!!!!! Esta gente no respeta ni a nada ni a nadie. Si ellos no tienen que trabajar mañana me parece muy bien, pero algunas personas trabajamos y tenemos que dormir. Sus hijos no son normales, deberían contratar un psicólogo personal para que esté en su casa las veinticuatro horas del día" Y así estuvo al menos cinco minutos, sin parar ni un instante.

      Con mi hijo bronquiolítico en brazos yo sólo podía llorar y llorar.


      Y, sin poder evitarlo, desde ese día cada vez que uno de mis hijos llora se activan todas mis alarmas. El peque se fue a dormir a su cuarto probablemente antes de lo que me hubiera gustado de no haber tenido vecinos impertinentes. Sé que no debería haber afectado en nada a mi conducta lo que esa mujer gritó (y aún grita de vez en cuando) desde el otro lado de mi pared, pero la realidad es que es algo inevitable, superior a mí: me he pasado toda mi vida intentando no molestar a los demás.

      Llevo una semana viéndoles sacar cajas de su casa. Ayer les vi sacar muebles. Sé que están alquilados y que probablemente ahora haya mejores ofertas de alquileres por la zona. Todo encaja: ¿realmente se irán? Ayer me crucé con mi vecino, estuve a punto de preguntarle, pero no me atreví, para que no se notara en exceso la grandísima felicidad que esa noticia me produce.

6 comentarios:

  1. Quizás los que tendrían que ir al psicólogo son ellos.
    A ver, que no estáis de fiestas, que bastante teneís vosotros con lo duro que es tener al propio hijo llorando.
    Es verdad que no es plato de buen gusto que te despierten por la noche o estar oyendo ruidos, sean del tipo que sean, pero es que estamos hablando de bebés, de niños, qué le vamos a hacer.
    Pues mira, si se van, todos contentos.
    Un abrazo

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  2. Hasta a mí me dará alegría si se van!!. Menudos vecinos, otro en su sano juicio les tocaría a ustedes la puerta para ofrecerles ayuda en vez de machacarles. Cruzaré los dedos desde aquí para que se marchen!! ;) Un saludo!

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  3. Hola Kym, no te preocupes y enhorabuena por la partida de esos vecinos indeseables. ¿Sabes? siempre he pensado que "los mejores padres" son los que no lo son o bien los que hace mucho tuvieron a sus hijos. A ellos no se les ponen malos, ni tienen pesadillas, ni rabietas o cólicos o sencillamente, ya no se acuerdan. Un saludo.

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  4. ¡Qué asco de gente, de verdad! Pues aplaudimos juntas si se van porque les he cogido manía sólo con leer tu post!

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  5. Jajaja! siento reirme pero es que te comprendo perfectamente, y a mi en vez de agobiarme me da por reir. Yo también tengo hijos pequeños y cuando les han salido los dientes...les debían escuchar hasta en los edificios de enfrente!!! Yo nunca he tenido ningún problema con mis vecinos hasta hace un mes que mi peque tuvo una noche terrible sufriendo sus últimas muelas. Mi marido y yo parecíamos zombies a la mañana siguiente y justo por la tarde empecé a escuchar a una vecina nueva que vive de alquiler debajo de nosotros el mismo sermón, o parecido, al que narras tú aqui: que menuda vergüenza, un domingo a las 4 a las 5 a las 6 de la mañana, que bla, bla, bla...y a mi en vez de molestrame me dio por reir: se pensará que nosotros pudimos dormir?? que no sufríamos al oir a nuestra hija? qué lloraba por fastidiarla a ella???. Pero bueno, en su caso aún puedo entenderlo: es una chica joven y no tiene hijos...no sabe lo que hay. Pero a toda esta gente que se queja tanto no le habrá dado por pensar en la solución: señores, con unos simples tapones basta.

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